lunes, 29 de abril de 2013

PERSPECTIVAS DEL AGRESOR


Perspectiva del agresor


La agresión  se explica desde la disposición de personalidades psicopatológicas, a menudo con rasgos paranoides, inmersas en estructuras de poder y dominación patriarcal, cuya práctica violenta complejiza las relaciones al interior de familias, que culturalmente reproducen un modelo excluyente de masculinidad, "esa misma cultura les exige a los agresores en su mayoría hombres, no sólo cumplir con determinados roles en cada uno de los ámbitos sociales, sino que les fomenta unos comportamientos y les reprime otros como estrategia efectiva para sostener, tanto social como individualmente, la importancia de ser varón.

Otro factor que impacta las dinámicas de los agresores, tiene que ver con una especie de sistema defensivo interno que se dispara de acuerdo a dos puntos básicos:


  1. la legitimación a través del "derecho maniqueista" de la condición de abuso del otro, el cual es justificado por el agresor, a través del recurso del legado generacional y,
  2. por motivos de compensación de intensas heridas del pasado, que se anudan al precario manejo de la culpa después del acto de violencia; en este sentido el cuidador primario es casi siempre el generador teleológico de la agresión, pues se escuda en relaciones de poder cuyas premisas defensivas, le imposibilitan reconocer el origen particular del maltrato del que fue víctima en alguna época de su desarrollo.

La personalidad del agresor es voluble y está determinada por una dicotomía afectiva (amor y odio) que se carga de contenidos ansiosos y de frustraciones, por ello la poca tolerancia al reconocimiento de las causas de esos sentimientos, permite que esos contenidos logren descargarse de forma inmediata en el otro, que actúa en representación de sí mismo a modo de "doble", lo que denota un salto instantáneo, desde la agresividad natural del impulso, hasta a la instrumentalización de la violencia.


A causa de lo anterior, la mente del agresor se escuda tras una coraza perversa en la que se convierte en la ley misma, que compensa sus propias faltas en el espacio corporal y dialéctico, de un otro que no es reconocido como legítimo, otro en la relación, porque el agresor sólo registra como efectivo su propio valor; por eso la noción de respeto parte de las relaciones al interior de las familias, y debe fortalecerse en la convivencia, primero reconociendo el respeto por sí mismo para reconocer el respeto del otro, pero "para que eso pase el niño pequeño debe crecer de tal manera que adquiera conciencia de sí y conciencia del otro en la legitimidad de la relación social".


En la psique de esta persona flota una ansiedad con tres connotaciones básicas: es de tipo paroxística, episódica y acumulativa, como consecuencia el agresor en su embestida se ve expuesto a las demandas de satisfacción inmediata de estos "tres amos";


·         por una parte Lo paroxístico guarda relación con la falta de control y la extrema urgencia del sujeto de perpetrar una descarga inmediata y descontrolada.

·         Lo episódico se refiere a la reproducción de la violencia en el escenario familiar, la continuidad y focalización de la agresividad en personas y ambientes específicos.

·           Lo acumulativo es la producción de violencia en estos lugares; de alguna manera, la producción de violencia sería el punto extremo de la perversidad y la crueldad, que actúa en un espacio y contexto en el que se dan los usos y medios, para cultivar y recrear negativamente las diversas estrategias de sometimiento.

EL VICTIMARIO Y LO QUE SE DEBE SABER


El Victimario es aquella persona que le infringe un daño o perjuicio a otra en un momento determinado (quien pasa a ser, por oposición, la Víctima de la acción). Si bien este término puede ser usado para referirse a cualquier persona responsable de cometer un delito, está generalmente relacionado con los conceptos de proceso de paz y justicia transicional.

En cualquier área de nuestra vida, en la que hay ejercicio del poder, cualquiera de nosotros puede ejercer, en situaciones que ni tan siquiera nos imaginamos, el rol de victimario. Desde las áreas afectivas con la pareja, la familia, el trabajo o como líderes, al tener poder en nuestras manos, podemos tener víctimas que ni tan siquiera identificamos como tal, esto también se puede aplicar a las complejas redes económicas, políticas y sociales, en la que los victimarios pueden disfrazarse de los más diversos roles.

 
El perfil del victimario

Es uno de los cinco más claros que existen en la realidad psicosocial (conjuntamente con la víctima, el superviviente, el independiente y el interdependiente) es básico para comprender cualquier realidad humana. El victimario lo conceptualizamos como la personalidad que toma su poder de las debilidades del resto de los actores sociales y que comienza a estar claramente delimitado desde las relaciones de pareja y familia hasta las de los grandes colectivos o sociedades.

El victimario está en la obligación de tener a una víctima para cumplir y ejercer su rol; esto hace que la persona que esté en este papel, monitorea en forma continua el poder que tiene en diversas áreas para detectar cualquier cambio y, en la misma forma, también lo hace con el resto de las personalidades que le rodean, buscando toda vulnerabilidad posible y fortaleciéndola, para en esta forma, establecer la dependencia con todas las características de amorodio que rige toda esta relación.

Al llegar a una conclusión del tipo de víctima que tiene frente a sí, se podrá clasificar dentro de las siguientes posibilidades,


 
De acuerdo a esto, hay cuatro tipos de victimarios,


- el que ejerce poder sobre una víctima que no tiene poder

- el que ejerce poder sobre una víctima que no sabe que tiene poder

- el que ejerce poder sobre una víctima que no se atreve a usar su poder

- el que ejerce poder sobre una víctima ficticia que lo está manipulando


“Cuando el que tiene poder lo ejerce para demostrar que lo tiene, se está mostrando como un victimario…” 


 Perfil básico de las relaciones del victimario



1- El victimario ama y odia a su víctima porque es quien le da el poder que ostenta pero, al mismo tiempo, no puede manifestarle ese amor porque, en este caso, pasaría de inmediato, a ser la víctima.

2- El victimario tiene un gran enemigo que es la personalidad que está en supervivencia puesto que es este uno de los personajes que está de frente, en contra de su poder.

3- El victimario, luego de realizar pruebas de poder que tiene el otro victimario en cuanto a su importancia y extensión, se hace socio, delimitando y repartiéndose las personas y las áreas del poder sobre el cual ejercer, respetando estas divisiones.

4- El victimario, por el contrario, trata, en forma continua, de descalificar a quien tiene el perfil de independiente puesto que ve en él a otro peligroso enemigo.

5-  El victimario, en forma paradójica, respeta a toda aquella personalidad que se demuestra como una personalidad interdependiente que gana, haciendo ganar al otro. 



De la misma forma, las víctimas aman y odian a sus victimarios, los supervivientes quieren lograr el poder que tiene, eliminándolo, el independiente trata continuamente de quitarle el poder, ilegitimándolo y, finalmente, el verdadero interdependiente, trata de ayudarlo a que siga su evolución, dándole, sobre todo, una salida honorable a su situación.

 
El esquema emocional básico que muestra cualquier victimario, a pesar de la fuerza y el poder de coacción que manifieste, tiene una emoción básica que es el miedo, al mismo nivel que toda víctima tiene en la tristeza su fundamento emocional y la ira es la que tiene que tener activa todo superviviente. Cuando los demás personajes se dan cuenta del miedo que habita en forma permanente en el victimario, se comienza a derrumbar su poder porque además que las víctimas dejan de tenerlo como su benefactor, por todo el daño que les hace, los supervivientes le hacen más vulnerable y los independientes le quitan, a través de la ilegitimación, toda la justificación de su existencia.


Imagen del victimario:


Ø  Imagen de Victimario: tiene que dar un mensaje fundamental que logre amedrentar y, por lo tanto, reprimir, las acciones de las víctimas para obtener poder.

Ø  Poder de Victimario: Tiene su fundamento en la imposibilidad que tiene de perder el poder y por lo tanto, en su invulnerabilidad.


Cuando se habla de una relación de dependencia se establecen, al menos dos roles sobre los cuales gira la dinámica y que son el de victimario o poderoso y el de víctima que carga como peso sus debilidades y vulnerabilidades. Por ello, entender cada uno de estos roles es poder profundizar su comprensión y manejo adecuado.


Con esto, entendemos que los victimarios son más poderosos mientras más debilidades y vulnerabilidades tengan sus víctimas y esto es una realidad que va desde los grandes tiranos de la historia del mundo hasta el rol que podemos jugar como victimarios en cualquiera de nuestras actividades y que van desde la pareja o familia hasta los niveles empresariales, institucionales y hasta internacionales.

 

Roles del victimario

  • El victimario está incluido en una dinámica de amor y odio con la otra parte, a la que ama por que en ella se fundamenta el poder pero que, al mismo tiempo, está obligada a odiar porque sí le da demostraciones de amor, pierde el poder y se vuelve víctima.
  • El victimario es un especialista que tiene asegurado su poder en base a las debilidades y vulnerabilidades de los demás, especialmente de sus víctimas a las que, nunca se permite reconocerle una capacidad ni darle reconocimiento alguno.
  • La emoción básica que sustenta la actitud fundamental de un victimario está  en el miedo y, por lo tanto, se ratifica actuando sobre la libertad, la autonomía y la seguridad de las víctimas, generando conductas represoras para evitar que las víctimas actúen en su contra y altamente punitivas que sobre castigan las transgresiones que las víctimas hacen a sus reglas.
  • Para reafirmar su poder, el victimario, generalmente, hace un marco de valores morales muy propios y particulares que buscan castigar a todas las víctimas que no se ciñen a este.

Cuando se habla de una relación de dependencia se establecen, al menos dos roles sobre los cuales gira la dinámica y que son el de victimario o poderoso y el de víctima que carga como peso sus debilidades y vulnerabilidades. Por ello, entender cada uno de estos roles es poder profundizar su comprensión y manejo adecuado.

Entendemos, de manera muy general pero muy clara, aquella personalidad o grupo de ellas que, obtienen, mantienen, recuperan, incrementan y optimizan su poder en base a la presencia de la víctima que se dibuja en base a las debilidades que tenga.

Con esto, entendemos que los victimarios son más poderosos mientras más debilidades y vulnerabilidades tengan sus víctimas y esto es una realidad que va desde los grandes tiranos de la historia del mundo hasta el rol que podemos jugar como victimarios en cualquiera de nuestras actividades y que van desde la pareja o familia hasta los niveles empresariales, institucionales y hasta internacionales.

PERFIL DE LA VICTIMA DE VIOLENCIA DE GÉNERO


Perfil de la victima

Al igual que los abusadores, las víctimas suelen permitir el abuso principalmente porque desconocen otras formas saludables de relacionarse con los demás.  También, como explicamos en el caso de los abusadores, es posible que las víctimas de abuso emocional hayan sido víctimas de abuso durante la infancia o testigos de relaciones abusivas.

 Muchos de los problemas de relación entre las víctimas y los abusadores provienen de patrones de conducta y formas de relacionarse e interactuar que no son saludables o adecuados, y que fueron aprendidos a lo largo de sus vidas.


Las víctimas de abuso emocional suelen sentirse incapaces de poner límites o de hacerse cargo de su vida. Suelen ser dependientes afectiva, emocional o económicamente, y no tienen un criterio certero o realista que les permita ver con claridad y objetividad qué es correcto y que no lo es.  No obstante, las víctimas no son personas débiles, sino que sus fortalezas han sido debilitadas por el abuso emocional .

 
Por lo general son personas psicológicamente débiles que han aprendido a conformarse con “migajas de afecto” y prefieren recibir “caricias de lástima” antes que ser ignoradas.  Temen quedarse solas o sin empleo, creen que no conseguirán algo mejor que lo que tienen.

También decimos que hay cierto grado de “comodidad” por parte de la víctima del abuso emocional, ya que de algún modo, la víctima elige soportar el abuso con tal de no madurar y hacerse cargo de su propia vida.  Permite que otros tomen decisiones por ella, o la mantengan económicamente, etc.

 
En cierto sentido, la víctima elige (consciente o inconscientemente) pagar un precio -alto- por ese nivel de comodidad que le permite no cambiar, no crecer, no tomar sus propias decisiones, no poner límites, no progresar en la vida.


Al mismo tiempo, suelen vivir entre la depresión, por la falta de realización personal, y la frustración debido al control y a la descalificación continua del abusador.


Muchas veces, las víctimas de abuso emocional permiten el abuso porque sienten que ya no tienen por qué vivir, como ocurre con algunos ancianos.

En otras palabras, nadie establece una relación de víctima-abusador conscientemente, o porque le guste "sufrir". Simplemente, las víctimas de abuso emocional, al igual que los abusadores, no conocen otras maneras saludables de establecer relaciones.

Una vez que las víctimas de abuso toman conciencia del tipo de relación en la que están involucradas, o de los tipos de relaciones que tienden a establecer con otras personas, necesitan informarse mejor sobre las relaciones interpersonales y los tipos de personalidades y sus trastornos.

Tipos de victimas:

-       Víctimas inocentes o involuntarias: como los niños, los ancianos, las personas incapacitadas, o aquellas personas que son adultos saludables, pero que desconocen formas más saludables y adecuadas de relacionarse con los demás.

-       Víctima  consciente o voluntaria: Esto tampoco quiere decir que la víctima "disfruta" su rol de víctima, sino simplemente que una vez que comenzamos a comprender el tipo de relación en la que nos encontramos, o los tipos de relaciones que tendemos a establecer, es importante que comencemos a tomar conciencia, también del hecho de que podemos elegir - por decisión propia - relacionarnos de otro modo o con otro tipo de personas.

Características comunes de las víctimas de abuso emocional:

  • Tienen una baja autoestima.
  • Son muy inseguras, suelen ser personas muy ansiosas.
  • Tienen una personalidad sumisa.
  • Se sienten inferiores a los demás.
  • Son muy dependientes afectiva, emocional y económicamente.
  • No sienten que merezcan ser respetadas como seres humanos.
  • Tienen expectativas que no son realistas.
  • Sienten la necesidad de ser controladas (o “protegidas”) por otros.
  • Son excesivamente tolerantes y condescendientes.
  • No hacen valer sus derechos.
  • Se engañan a sí mismas pensando que –algún día- mágicamente, el abusador cambiará.
  •  Se culpan a sí mismas de los problemas ajenos, o culpan al mundo, a la vida o a una situación particular de lo que les sucede.
  • No son conscientes de que permiten que el abuso suceda.
  • No creen ser capaces de triunfar por sí mismas.
  •  Suelen tener problemas para poner límites y decir "No”.

domingo, 21 de abril de 2013

EL ABUSOS SEXUAL A MENORES EN EL ÁMBITO DOMÉSTICO


EL ABUSOS SEXUAL A MENORES EN EL ÁMBITO DOMÉSTICO

El abuso sexual de menores en el ámbito familiar es una realidad compleja en la que los factores que pueden configurar un contexto favorable a los mismos son variados y diversos. En principio, el factor crítico no es tanto la consanguinidad entre los participantes, sino el papel parental que desempeña el adulto respecto del menor. Los casos más frecuentes (70-80%) entre los denunciados son los de padrastro-hija y padre-hija. La edad media del menor está entre los 6-8 años y los 12, y la relación se remonta a un tiempo bastante anterior a su descubrimiento con una duración de unos dos años. Si la familia cuenta con más de un hijo, es normal que los abusos afecten también a más de uno de ellos. A menudo (cerca del 50% de los casos), además del abuso sexual hay también abuso físico (maltrato) y negligencia respecto del menor. En muchos casos, pero no siempre, se encuentran historias de incesto en la anamnesis de uno o ambos padres, que han crecido en ambientes degradados o faltos de afecto. En muchas situaciones se ha verificado la presencia de un padre alcohólico o de una patología psiquiátrica en uno o ambos padres.
La casuística clínica demuestra que un menor de edad víctima de sevicias sexuales en la familia puede perder sus puntos de referencia afectivos y sufrir una alteración del equilibrio psíquico presente y futuro: pérdida de autoestima, incapacidad de establecer relaciones afectivas armoniosas, dificultades para acceder a una vida sexual y paternal satisfactoria. También existe el riesgo de dejarse implicar en la prostitución.
El silencio que recubre la práctica de abusos sexuales dentro de las familias dificulta su conocimiento en un plazo corto de tiempo y, de hecho, los informes de las víctimas suelen ser retrospectivos, frecuentemente obtenidos en el proceso terapéutico. El silencio al respecto por parte del menor obedece a diversos motivos: miedo a no ser creído (de hecho, son frecuentes los casos de incredulidad explícita por parte de familiares no implicados ante las denuncias de los menores); chantajes por parte del adulto; vergüenza por la posible publicidad del asunto; sentimientos de culpa (además, existe la posibilidad de que se detenga al familiar); temor a la pérdida de referentes afectivos; y, sobre todo, la manipulación sobre el sistema perceptivo del menor que realiza el adulto, en forma de una confusión generada al difuminar la identidad exacta del acto que ha constituido el abuso. En este sentido, el menor es inducido a dudar de sus propias percepciones, a negar su autenticidad y, al final, ya no sabe qué experimenta de verdad, cuáles son sus sensaciones reales, qué está bien y qué está mal. Entonces se persuade de que la realidad más correcta es la del adulto que la interpreta para él, no la suya. Esta pérdida del ego, debida a la negación del propio sentimiento, a veces puede generar trastornos psíquicos de menor a mayor gravedad, como el desdoblamiento, es decir, la separación de los propios estados psíquicos auténticos o su negación.
Por lo demás, la práctica de este tipo de incesto no es exclusiva de familias desestructuradas, sino que se puede encontrar también en ámbitos más estables; en este sentido, el descubrimiento de los casos acaecidos en estos últimos resulta mucho más dificultoso, pues los primeros suelen aflorar en los hospitales.
La característica esencial de las familias donde se dan abusos sexuales a los menores es que presentan algún tipo de disfuncionalidad que comporta, normalmente, su tendencia a encerrarse en sí mismas y a aislarse socialmente. Se trata, además, de grupos donde el miedo a la ruptura familiar es perceptible (motivado, en ocasiones, por las dificultades económicas que podría acarrear); consecuentemente, el incesto puede llegar a cumplir la función secundaria de mantener unida a la familia: la casuística muestra que, en casi la mitad de los casos, al constatarse el incesto padre-hija (o padrastro-hija), la armonía de la pareja estaba comprometida y las relaciones conyugales estaban suspendidas desde hacía tiempo. El incesto se convierte así en un poderoso regulador de los problemas de la pareja.
El abusador, en estos casos, suele ocupar una posición dominante en el seno de la familia y actúa impidiendo las relaciones de sus miembros con el exterior. En cuanto a la hija, de ser ella la víctima, suele ser la mayor y haber intercambiado su papel familiar con el de la madre, de la que se halla distanciada emocionalmente (es frecuente la presencia en estas familias de madres perturbadas psíquicamente o alcoholizadas).
Se han identificado dos grandes tipos de familias proclives a la práctica de abusos sexuales sobre sus menores, caracterizadas ambas por la presencia de parejas de progenitores en las que uno de los miembros es el dominante y autoritario y el otro el subordinado y pasivo. Los hijos suelen estar implicados, consecuentemente, en la relación de pareja con funciones sustitutivas:
·                    por un lado, familias donde el perfil patriarcal de su funcionamiento es extremo. El padre es una figura dominante y su comportamiento es autoritario e, incluso, violento. La madre, por el contrario, es pasiva o sumisa, y suele presentar enfermedades físicas o psicológicas que la sitúan en una posición marginal dentro del grupo. En este tipo de familias, una hija reemplaza a la madre, asumiendo también el papel sexual correspondiente.
·                    por otro lado, habría familias donde los papeles están invertidos respecto de la anterior; la madre es la figura dominante, aunque se halla frecuentemente alejada del hogar por motivos de trabajo, y el padre adopta una posición subordinada y dependiente respecto de ella, con lo que se alinea psicológicamente con los hijos. En este tipo de familias, el padre busca el consuelo afectivo en una hija, lo que deriva frecuentemente en el incesto.
Conclusiones (valoración del abuso/no abuso).
·         El problema fundamental en la valoración del abuso o no abuso sexual es la competencia del menor para distinguir fantasía y realidad y valorar lo ajustado del tipo de lenguaje empleado para describir lo ocurrido. Es imprescindible valorar la memoria de la víctima y el recuerdo de detalles importantes de lo que ha observado o experimentado para que haga creíble lo que cuenta. En las víctimas infantiles, lógicamente, algunas carencias en este sentido no les convierten en relatores incompetentes para valorar la situación. En los procesos de memoria se tienen en cuenta los factores de adquisición, retención y recuerdo. Por otro lado, en las conclusiones se hará constar el grado de sugestionabilidad que tiene la víctima y su capacidad para resistirse o no a ésta.
·         La Fiabilidad o credibilidad se ha de basar en la percepción del hecho a la que se atribuye una intencionalidad donde los afectos, cogniciones y conductas son comprensibles y derivables de la narración del mismo. La Validez o exactitud del testimonio se ha de hacer teniendo en cuenta dos factores: elaboración psicológica del abuso sexual y la valoración del contexto familiar. Al final se ha de concluir si el suceso de los abusos sexuales que se relata es creíble, indeterminado o increíble.

La agresión sexual infantil


La  agresión sexual infantil

De manera genérica, se considera abuso sexual infantil a toda conducta en la que un menor es utilizado como objeto sexual por parte de otra persona con la que mantiene una relación de desigualdad, ya sea en cuanto a la edad, la madurez o el poder.  Se trata de un problema universal que está presente, de una u otra manera, en todas las culturas y sociedades y que constituye un complejo fenómeno resultante de una combinación de factores individuales, familiares y sociales. Supone una interferencia en el desarrollo evolutivo del niño y puede dejar unas secuelas que no siempre remiten con el paso del tiempo.

El abuso sexual constituye una experiencia traumática y es vivido por la víctima como un atentado contra su integridad física y psicológica, y no tanto contra su sexo, por lo que constituye una forma más de victimización en la infancia, con secuelas parcialmente similares a las generadas en casos de maltrato físico, abandono emocional, etc. Si la víctima no recibe un tratamiento psicológico adecuado, el malestar puede continuar incluso en la edad adulta.

En su mayoría, los abusadores son varones (entre un 80 y un 95% de los casos) heterosexuales que utilizan la confianza y familiaridad, y el engaño y la sorpresa, como estrategias más frecuentes para someter a la víctima. La media de edad de la víctima ronda entre los 8 y 12 años (edades en las que se producen un tercio de todas las agresiones sexuales). El número de niñas que sufren abusos es entre 1,5 y 3 veces mayor que el de niños.

Los niños con mayor riesgo de ser objeto de abusos son:

·                    Aquellos que presentan una capacidad reducida para resistirse o para categorizar o identificar correctamente lo que están sufriendo, como es el caso de los niños que todavía no hablan y los que tienen retrasos del desarrollo y minusvalías físicas y psíquicas;
·                    Aquellos que forman parte de familias desorganizadas o reconstituidas, especialmente los que padecen falta de afecto que, inicialmente, pueden Sentirse halagados con las atenciones del abusador;
  1. Aquellos en edad pré púber con claras muestras de desarrollo sexual;
  2. Aquellos que son, también, víctimas de malos tratos.
 
Según un cálculo de las llamadas "cifras ocultas", entre el 5 y el 10% de los varones han sido objeto en su infancia de abusos sexuales y, de ellos, aproximadamente la mitad ha sufrido un único abuso.
 
Los abusos a menores de edad se dan en todas las clases sociales, ambientes culturales o razas. También, en todos los ámbitos sociales, aunque la mayor parte ocurre en el interior de los hogares y se presentan habitualmente en forma de tocamientos por parte del padre, los hermanos o el abuelo (las víctimas suelen ser, en este ámbito, mayoritariamente niñas). Si a estos se añaden personas que proceden del círculo de amistades del menor y distintos tipos de conocidos, el total constituye entre el 65-85% de los agresores.
 
Los agresores completamente desconocidos constituyen la cuarta parte de los casos y, normalmente, ejercen actos de exhibicionismo; sus víctimas son chicos y chicas con la misma frecuencia. El 20-30% de los abusos sexuales a niños son cometidos por otros menores.
 
Es un acto considerado un delito por la legislación internacional y la mayoría de los países modernos, aunque no siempre haya una correspondencia entre el concepto psicológico y el jurídico del problema y no exista consenso sobre los procesamientos jurídicos de los abusadores.
 
Tanto los testimonios de adultos y niños sobre haber sido objeto de abusos sexuales suelen ser ciertos. Respecto de los adultos, el síndrome de la «memoria falsa» suele ser poco frecuente debido a que se trata de sucesos que dejan una impronta muy relevante en la memoria. En cuanto a los niños, solo un 7% de las denuncias resultan ser falsas; el porcentaje aumenta considerablemente cuando el niño está viviendo un proceso de divorcio conflictivo entre sus padres.

El abusador violento


La violencia en los abusos sexuales se da en los casos en que el trastorno narcisista de la personalidad está asociado a graves rasgos asociales, [con lo que] las determinantes inconscientes del comportamiento sexual se conectarían con las dinámicas del sadismo convirtiéndose en peligrosas, porque la conquista sexual del niño, en este caso, representaría un instrumento de venganza por los abusos sufridos en la infancia y el modo de ejercer el propio e incontrovertible dominio -bajo la forma de deshumanización y humillación- sobre otro ser humano. Un sentimiento de triunfo acompaña la transformación de un drama pasivo en una victimización perpetrado activamente: el niño es visto como un objeto que puede ser fácilmente orientado y aterrorizado, que no provoca frustración y no tiene posibilidad de vengarse.

Fases del abuso sexual


El abuso sexual de un menor es un proceso que consta generalmente de varias etapas o fases:

1.                Fase de seducción: el futuro abusador manipula la dependencia y la confianza del menor, y prepara el lugar y momento del abuso. Es en esta etapa donde se incita la participación del niño o adolescente por medio de regalos o juegos.
2.                Fase de interacción sexual abusiva: es un proceso gradual y progresivo, que puede incluir comportamientos exhibicionistas, voyeurismo, caricias con intenciones eróticas, masturbación, etc. En este momento ya se puede hablar de «abusos sexuales».
3.                Instauración del secreto: el abusador, generalmente por medio de amenazas, impone el silencio en el menor, a quien no le queda más remedio que adaptarse.
4.                Fase de divulgación: esta fase puede o no llegar (muchos abusos quedan por siempre en el silencio por cuestiones sociales), y, en el caso del incesto, implica una quiebra en el sistema familiar, hasta ese momento en equilibrio. Puede ser accidental o premeditada, esta última a causa del dolor causado a los niños pequeños o cuando llega la adolescencia del abusado.
5.                Fase represiva: generalmente, después de la divulgación, en el caso del incesto la familia busca desesperadamente un reequilibrio para mantener a cualquier precio la cohesión familiar, por lo que tiende a negar, a restarle importancia o a justificar el abuso, en un intento por seguir como si nada hubiese sucedido.

martes, 16 de abril de 2013

COMO IDENTIFICAR A LOS NIÑOS QUE SUFREN DE MALTRATO.


COMO IDENTIFICAR A LOS NIÑOS QUE SUFREN DE MALTRATO.

Los indicadores de conducta

El comportamiento de los niños maltratados ofrece muchos indicios que delatan su situación. La mayoría de esos indicios son no específicos, porque la conducta puede atribuirse a diversos factores.

Sin embargo, siempre que aparezcan los comportamientos que señalamos a continuación, es conveniente agudizar la observación y considerar el maltrato y abuso entre sus posibles causas:
  • Las ausencias reiteradas a clase
  • El bajo rendimiento escolar y las dificultades de concentración
  • La depresión constante y/o la presencia de conductas auto agresivas o ideas suicidas.
  • La docilidad excesiva y la actitud evasiva y/o
  • Defensiva frente a los adultos.
  • La búsqueda intensa de expresiones afectuosas por parte de los adultos, especialmente cuando se trata de niños pequeños.
  • Las actitudes o juegos sexualizados persistentes e inadecuados para la edad.

Los indicadores físicos:

  • La alteración de los patrones normales de crecimiento y desarrollo.
  • La persistentes falta de higiene y cuidado corporal
  • Las marcas de castigo corporales.
  • Los "accidentes" frecuentes.
  • El embarazo precoz.

Grupos por edades.

Menos de nueve meses. Los niños no aprenden a girar sobre su cuerpo sino hasta que cumplen unos tres meses o más. Dependen de los demás para moverse de un lado a otro. Por lo tanto, es poco probable que se lesionen en manos de alguien que no sea aquel que los cuida, aunque no hay que descartar la posibilidad de un accidente. Por consiguiente, los moretones en los bebes pequeños considerarse como no accidentales, cuando se llega a una posible comprobación del daño.

Ciertas lesiones que pueden presentar algunos de estos infantes son horrendas, y la cuestión de si un bebé tiene unos padecimientos de "huesos quebradizos" o una tendencia hereditaria a las hemorragias es algo que se emplea a menudo. Estas condiciones son en extremo poco comunes, pero es parte del cuidado médico rutinario él examinarlas.

Los bebés tienen una capacidad extraordinaria para recuperarse de las enfermedades graves o de las lesiones severas, pero también es cierto que son frágiles que los niños de mayor edad. Sus vidas pueden extinguirse como resultado de un episodio breve pero violento, ya que no pueden huir o esconderse de su atacante. Debido a esto, no pienso que puede criticarse una tendencia al error en torno de la precaución cuando un bebe puede estar bajo riesgo.

Los niños que gatean o empiezan a andar: Una vez que los niños pueden moverse, se lastiman con mayor facilidad. Por lo general, estas heridas se hacen visibles en la frente o en aquellas partes del cuerpo que tienen más probabilidad de recibir un golpe con el mobiliario o el suelo: codos, rodillas, pies, etcétera.

Cuando estos niños son golpeados, a menudo sólo es posible afirmar que los daños son compatibles con las lesiones no accidentales.
Es necesario comprender esta serie de patrones de comportamiento en la conducta del menor para eventualmente brindar la ayuda necesaria en caso de un posible abuso de maltrato.