La agresión sexual infantil
De
manera genérica, se considera abuso sexual infantil a toda conducta
en la que un menor es utilizado como objeto sexual por parte de otra persona
con la que mantiene una relación de desigualdad, ya sea en cuanto a la edad, la
madurez o el poder. Se trata de un problema universal que está
presente, de una u otra manera, en todas las culturas y sociedades y que
constituye un complejo fenómeno resultante de una combinación de factores
individuales, familiares y sociales. Supone una interferencia en el
desarrollo evolutivo del niño y puede dejar unas secuelas que no siempre
remiten con el paso del tiempo.
El abuso sexual
constituye una experiencia traumática y es vivido por la
víctima como un atentado contra su integridad física y psicológica, y no tanto
contra su sexo, por lo que constituye una forma más de victimización en la
infancia, con secuelas parcialmente similares a las generadas en casos de maltrato físico, abandono emocional, etc. Si la
víctima no recibe un tratamiento psicológico adecuado, el malestar puede
continuar incluso en la edad adulta.
En su mayoría, los
abusadores son varones (entre un 80 y un 95% de los casos) heterosexuales que
utilizan la confianza y familiaridad, y el engaño y la sorpresa, como
estrategias más frecuentes para someter a la víctima. La media de edad de la
víctima ronda entre los 8 y 12 años (edades en las que se producen un
tercio de todas las agresiones sexuales). El número de niñas que sufren abusos
es entre 1,5 y 3 veces mayor que el de niños.
Los niños con mayor riesgo de ser
objeto de abusos son:
·
Aquellos que presentan una capacidad
reducida para resistirse o para categorizar o identificar correctamente lo que
están sufriendo, como es el caso de los niños que todavía no hablan y los que
tienen retrasos del desarrollo y minusvalías físicas y psíquicas;
·
Aquellos que forman parte de familias
desorganizadas o reconstituidas, especialmente los que padecen falta de afecto
que, inicialmente, pueden Sentirse halagados con las atenciones del abusador;
- Aquellos en edad pré púber con claras muestras de desarrollo sexual;
- Aquellos que son, también, víctimas de malos tratos.
Según un cálculo de las
llamadas "cifras ocultas", entre el 5 y el 10% de los varones han sido objeto
en su infancia de abusos sexuales y, de ellos, aproximadamente la mitad ha
sufrido un único abuso.
Los abusos a menores de
edad se dan en todas las clases sociales, ambientes culturales o razas.
También, en todos los ámbitos sociales, aunque la mayor parte ocurre en el
interior de los hogares y se presentan habitualmente en forma de tocamientos
por parte del padre, los hermanos o el abuelo (las víctimas suelen ser, en este
ámbito, mayoritariamente niñas). Si a estos se añaden personas que proceden del
círculo de amistades del menor y distintos tipos de conocidos, el total
constituye entre el 65-85% de los agresores.
Los agresores
completamente desconocidos constituyen la cuarta parte de los casos y,
normalmente, ejercen actos de exhibicionismo; sus víctimas son chicos y chicas
con la misma frecuencia. El 20-30% de los abusos sexuales a niños son cometidos
por otros menores.
Es un acto considerado
un delito por la legislación internacional y la mayoría de los países modernos, aunque no
siempre haya una correspondencia entre el concepto psicológico y el jurídico
del problema y no exista consenso sobre los procesamientos jurídicos de los
abusadores.
Tanto los testimonios de
adultos y niños sobre haber sido objeto de abusos sexuales suelen ser ciertos.
Respecto de los adultos, el síndrome de la «memoria falsa» suele ser poco
frecuente debido a que se trata de sucesos que dejan una impronta muy relevante
en la memoria. En cuanto a los niños, solo un 7% de las denuncias resultan ser
falsas; el porcentaje aumenta considerablemente cuando el niño está viviendo un
proceso de divorcio conflictivo entre sus padres.
El abusador violento
La violencia en los
abusos sexuales se da en los casos en que el trastorno narcisista de la
personalidad está asociado a graves rasgos asociales, [con lo que] las
determinantes inconscientes del comportamiento sexual se conectarían con las
dinámicas del sadismo convirtiéndose en peligrosas, porque la conquista sexual
del niño, en este caso, representaría un instrumento de venganza por los abusos
sufridos en la infancia y el modo de ejercer el propio e incontrovertible
dominio -bajo la forma de deshumanización y humillación- sobre otro ser humano.
Un sentimiento de triunfo acompaña la transformación de un drama pasivo en una
victimización perpetrado activamente: el niño es visto como un objeto que puede
ser fácilmente orientado y aterrorizado, que no provoca frustración y no tiene
posibilidad de vengarse.
Fases del abuso sexual
El abuso sexual de un menor es un
proceso que consta generalmente de varias etapas o fases:
1.
Fase de seducción: el futuro abusador
manipula la dependencia y la confianza
del menor, y prepara el lugar y momento del abuso. Es en esta etapa donde se
incita la participación del niño
o adolescente
por medio de regalos
o juegos.
2.
Fase de interacción sexual abusiva: es
un proceso gradual y progresivo, que puede incluir comportamientos exhibicionistas,
voyeurismo,
caricias con intenciones eróticas,
masturbación, etc. En este momento ya se puede
hablar de «abusos sexuales».
3.
Instauración del secreto: el abusador,
generalmente por medio de amenazas, impone el silencio en el menor, a
quien no le queda más remedio que adaptarse.
4.
Fase de divulgación: esta fase puede o
no llegar (muchos abusos quedan por siempre en el silencio
por cuestiones sociales), y, en el caso del incesto, implica una quiebra en el
sistema familiar, hasta ese momento en equilibrio. Puede ser accidental o premeditada,
esta última a causa del dolor causado a los niños pequeños o cuando llega la adolescencia
del abusado.
5.
Fase represiva: generalmente, después de
la divulgación, en el caso del incesto la familia
busca desesperadamente un reequilibrio para mantener a cualquier precio la
cohesión familiar, por lo que tiende a negar, a restarle importancia o a
justificar el abuso, en un intento por seguir como si nada hubiese sucedido.
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