lunes, 29 de abril de 2013

PERSPECTIVAS DEL AGRESOR


Perspectiva del agresor


La agresión  se explica desde la disposición de personalidades psicopatológicas, a menudo con rasgos paranoides, inmersas en estructuras de poder y dominación patriarcal, cuya práctica violenta complejiza las relaciones al interior de familias, que culturalmente reproducen un modelo excluyente de masculinidad, "esa misma cultura les exige a los agresores en su mayoría hombres, no sólo cumplir con determinados roles en cada uno de los ámbitos sociales, sino que les fomenta unos comportamientos y les reprime otros como estrategia efectiva para sostener, tanto social como individualmente, la importancia de ser varón.

Otro factor que impacta las dinámicas de los agresores, tiene que ver con una especie de sistema defensivo interno que se dispara de acuerdo a dos puntos básicos:


  1. la legitimación a través del "derecho maniqueista" de la condición de abuso del otro, el cual es justificado por el agresor, a través del recurso del legado generacional y,
  2. por motivos de compensación de intensas heridas del pasado, que se anudan al precario manejo de la culpa después del acto de violencia; en este sentido el cuidador primario es casi siempre el generador teleológico de la agresión, pues se escuda en relaciones de poder cuyas premisas defensivas, le imposibilitan reconocer el origen particular del maltrato del que fue víctima en alguna época de su desarrollo.

La personalidad del agresor es voluble y está determinada por una dicotomía afectiva (amor y odio) que se carga de contenidos ansiosos y de frustraciones, por ello la poca tolerancia al reconocimiento de las causas de esos sentimientos, permite que esos contenidos logren descargarse de forma inmediata en el otro, que actúa en representación de sí mismo a modo de "doble", lo que denota un salto instantáneo, desde la agresividad natural del impulso, hasta a la instrumentalización de la violencia.


A causa de lo anterior, la mente del agresor se escuda tras una coraza perversa en la que se convierte en la ley misma, que compensa sus propias faltas en el espacio corporal y dialéctico, de un otro que no es reconocido como legítimo, otro en la relación, porque el agresor sólo registra como efectivo su propio valor; por eso la noción de respeto parte de las relaciones al interior de las familias, y debe fortalecerse en la convivencia, primero reconociendo el respeto por sí mismo para reconocer el respeto del otro, pero "para que eso pase el niño pequeño debe crecer de tal manera que adquiera conciencia de sí y conciencia del otro en la legitimidad de la relación social".


En la psique de esta persona flota una ansiedad con tres connotaciones básicas: es de tipo paroxística, episódica y acumulativa, como consecuencia el agresor en su embestida se ve expuesto a las demandas de satisfacción inmediata de estos "tres amos";


·         por una parte Lo paroxístico guarda relación con la falta de control y la extrema urgencia del sujeto de perpetrar una descarga inmediata y descontrolada.

·         Lo episódico se refiere a la reproducción de la violencia en el escenario familiar, la continuidad y focalización de la agresividad en personas y ambientes específicos.

·           Lo acumulativo es la producción de violencia en estos lugares; de alguna manera, la producción de violencia sería el punto extremo de la perversidad y la crueldad, que actúa en un espacio y contexto en el que se dan los usos y medios, para cultivar y recrear negativamente las diversas estrategias de sometimiento.

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