AUTOESTIMA
Muchas personas afirman que tienen tantos problemas que no pueden salir adelante y
lograr colocar sus vidas al nivel en el que desearían tenerla. Es cierto que no
todos cuentan con las mismas oportunidades, el mismo nivel de Autoestima, la misma preparación
intelectual ni la misma base económica.
Sin embargo es factible persuadir que se tiende a
engrandecer las dificultades, a convertirlas en nuestros verdugos y a disminuir
y subestimar nuestra capacidad para resolverlas y avanzar creativamente.
En esta investigación se estudiará un poco más el
interior de lo que engloba la palabra "AUTOESTIMA" para una mejor
comprensión de su significado, ya que es un tema del que tanto se dice y tan
poco se comprende. Para ello se citara su concepto desde distintos tipos de vista,
cómo se forma, la vida con y sin ella, porqué se necesita, algunos comportamientos
dependiendo del nivel de Autoestima poseído, cómo incide sobre las relaciones
sociales y sobre el trabajo y su relación con la sociedad.
Todo ser humano, sin excepción, por el mero hecho
de serlo, es digno del respeto incondicional de los demás y de sí mismo; merece
estimarse a sí mismo y que se le estime.
En virtud de este razonamiento, incluso los seres
humanos más viles merecen un trato humano y considerado. Esta actitud, no
obstante, no busca entrar en conflicto con los mecanismos que la sociedad tenga a su disposición para
evitar que unos individuos causen daño a otros, (sea del tipo que sea).
El concepto de autoestima varía
en función del paradigma psicológico que lo aborde (psicología humanista, psicoanálisis, ó conductismo). Desde el punto de
vista del psicoanálisis, radicalmente opuesto, la autoestima está relacionada
con el desarrollo del ego; por otro lado, el
conductismo se centra en conceptos tales como «estímulo», «respuesta»,
«refuerzo», «aprendizaje», con lo cual el concepto holístico de autoestima no
tiene sentido. La autoestima es además un concepto que ha traspasado
frecuentemente el ámbito exclusivamente científico para formar parte
del lenguaje popular.
FUNDAMENTOS DE LA AUTOESTIMA
La capacidad de desarrollar una confianza y un respeto saludables por uno mismo [y por los demás] son propios de la
naturaleza de los seres humanos, ya que el sólo hecho de poder pensar constituye la base de su
suficiencia, y el único hecho de estar vivos es la base de su derecho a esforzarse
por conseguir felicidad. Así pues, el estado natural del
ser humano debería corresponder a una autoestima alta. Sin embargo, la
realidad es que existen muchas personas que, lo reconozcan o no, lo admitan o
no, tienen un nivel de autoestima inferior al teóricamente natural.
Ello se debe a que, a lo largo del desarrollo, y a lo largo de la vida en sí, las personas tienden a
apartarse del auto conceptualización [y conceptualización] positivas, o bien a
no acercarse nunca a ellas. Los motivos por los que esto ocurre son diversos, y
pueden encontrarse en la influencia negativa de otras personas, en un auto
castigo por haber faltado a los valores propios [o a los valores de su
grupo social], o en un déficit de comprensión o de compasión por las acciones que uno
realiza.
John Powell, conocido divulgador de psicología,
confiesa en uno de sus libros que, cuando alguien le alaba sinceramente, él, en
lugar de atenuar sus propios méritos, como suele hacerse, responde:
«extiéndase, por favor, extiéndase». Respuesta que, por insólita, suele hacer reír a la audiencia cuando se cuenta
en público. Y también hace pensar.
Desde el momento mismo en que somos concebidos,
cuando el vínculo entre nuestros padres se consuma y las células sexuales masculina y femenina se
funden para originarnos, ya comienza la carga de mensajes que recibimos,
primero de manera energética y luego psicológica.
Debido a que los pensamientos y emociones son manifestaciones de energía y
en el organismo se presentan en forma de reacciones eléctricas y químicas, cada
vez que una mujer embarazada piensa o siente algo
con respecto al niño en formación, su cerebro produce una serie de químicos
que se esparcen por todo su cuerpo y que la criatura recibe y graba en su
naciente sistema nervioso, sin tener la suficiente
consciencia como para comprender o rechazar lo que recibe a través de un lenguaje químico intraorgánico.
El hecho de que alguno de los progenitores, por
ejemplo, asuma como un problema la llegada del niño, es captado por éste
emocionalmente, y su efecto formará parte del archivo inconsciente del pequeño y
tendrá repercusiones más adelante, cuando reaccione de diferentes formas y no
logre comprender las causas generadoras de sus conflictos. Igualmente, cuando ya se ha
producido el alumbramiento, todo estímulo externo influirá en el recién nacido
y le irá creando una impresión emocional que influirá sus comportamientos
futuros. Los padres y otras figuras de autoridad, serán piezas claves para el
desarrollo de la Autoestima del niño, quien dependiendo de los mensajes
recibidos, reflejará como espejo lo que piensan de él y se asumirá como un ser
apto, sano, atractivo, inteligente, valioso, capaz, digno, respetado, amado y apoyado
o, por el contrario, como alguien enfermo, feo, ignorante, desvalorizado,
incapaz, indigno, irrespetado, odiado y abandonado. La forma como nos tratan
define la forma como nos trataremos, porque esa es la que consideraremos como
la más normal.
Con la llegada de la pubertad y la adolescencia, se da la bienvenida a la sexualidad y a la necesidad del joven de
encontrarse a sí mismo. Se inicia la llamada "brecha generacional" y
el tránsito hacia una mayor definición de la personalidad. Esta etapa es crucial ya que en
ella surgen con fuerza la competencia y el deseo de ser mejor que los
demás. El joven experimenta una gran necesidad de aprobación por parte de su grupo cercano y aprende a dirigirse
hacia quienes lo aplauden y a huir de quienes lo pitan. Desarrolla, con tal de
ser querido, conductas muy específicas que se generalizarán hacia la vida
adulta.
El ingreso al mundo laboral complica el asunto de la
formación y manifestación de la Autoestima, ya que en ese contexto se nos mide
por lo que hacemos y no por lo que somos. Si produces, te quedas y si no te
vas. Esa es la medida cuando de dinero se trata.
Finalmente en la pareja y el matrimonio se expresa mucho de lo aprendido
en los años precedentes: grabaciones, condicionamientos, tradiciones; lo que
fue vertido en el molde durante muchos años y que hemos llegado a creer que
somos. En este tiempo, formamos parte de una sociedad uniformada en la que
muchos han renunciado a expresar su originalidad y tienen ideas fijas de las
cosas, que casi siempre siguen aunque no les funcionen. La inconsciencia y
falta de comprensión de lo que ocurre, induce a culpar, a resentir, a atacar, a
agredir a los demás, a quienes se ve "como malos que no nos
comprenden".
Para entonces, ya hemos construido una imagen de nosotros (autoimagen), puesto
que habremos aprendido una forma de funcionar, y llevamos como marca en la piel de vaca, el sello de lo que
creemos que podemos o no ser, hacer y tener.
POR QUÉ NECESITAMOS AUTOESTIMA.
La vida humana es el transcurrir de experiencias y
eventos con los que entramos en contacto; un transcurrir en ritmos y
fluctuaciones; un ir y venir de flujos y reflujos. En este devenir, podemos
llegar a vivir momentos altos y momentos bajos.
La relación social, generalmente signada por
cambios rápidos y frecuentes, y por una elevada competitividad, nos obliga a permanentes
readaptaciones. En ciertas circunstancias, nuestro sentido de valor personal y de confianza en las propias
capacidades puede verse afectados y hacernos creer que vivimos a merced de las
contingencias. En esos momentos la confusión, la impotencia y la frustración
producidas por el no logro, nos lleva a dudar de nuestro poder creador, de la capacidad natural
de restablecernos, y es entonces cuando optamos por crear y a veces sostener
conductas autodestructivas, lejanas al bienestar generado por la Autoestima, es
decir, por la consciencia, el amor incondicional y la confianza en uno mismo.
Los seres humanos, somos "la única especie capaz de traicionar y actuar
contra nuestros medios de supervivencia". En estado de desequilibrio, el hombre opta por manejarse de formas
diversas aunque nocivas y elige, generalmente, los siguientes caminos:
Parálisis.
La frustración es interpretada de forma tal que
incapacita para la acción creativa. La apatía es una forma de manifestación de
esta reacción.
Negación.
La impotencia induce un bloqueo perceptivo, un
autoengaño severo basado en el miedo al dolor. El adicto que asegura no tener
adicción, es una muestra de este mecanismo.
Evasión.
Aquí la estrategia es hacer todo lo que nos impida
ver la situación a la cara. Se conoce su presencia pero se teme enfrentarla y
se pospone. La diversión compulsiva es una forma de evasión bastante común.
Enfermedad.
Aunque cualquiera de las manifestaciones anteriores
conduce, si se prolongan, a estados de desequilibrio orgánico, en ocasiones se
toma el camino corto y la reacción a la frustración es violenta, y se
manifiesta en forma de enfermedad.
Todos estos modos de reacción, de manejo inadecuado
de la energía interior, reflejan ausencia de Autoestima, de conciencia de la capacidad para responder
creativamente a las circunstancias. Es por eso, por la tendencia creciente que
exhibe el humano de hoy a la autodestrucción, por lo que necesitamos un recurso
protector que nos guíe hasta nuestro poder personal, hacia el restablecimiento
del ritmo, del equilibrio, de la conciencia, de la integración. Ese recurso es la Autoestima,
con él nacemos pero debemos reencontrarlo.
Ignora quién es y el potencial que posee; funciona
automáticamente y depende de las circunstancias, eventualidades y
contingencias; desconoce sus verdaderas necesidades y por eso toma la vida con
indiferencia o se dedica a hacer mil cosas que no le satisfacen; ignora las
motivaciones, creencias, criterios y valores que le hacen funcionar. Muchas
áreas de su vida reflejan el caos que se desprende del hecho de no conocerse.
Parte de ese caos, generalmente auto inducido, se observa en conductas
autodestructivas de distinta índole. El desestimado vive desfasado en el universo temporal; tiene preferencia por
el futuro o el pasado y le cuesta vivir la experiencia del hoy: se distrae con
facilidad. Pensar y hablar de eventos pasados o soñar con el futuro, son
conductas típicas del ser que vive en baja Autoestima.
Desconfianza.
El desestimado no confía en sí mismo, teme
enfrentar las situaciones de la vida y se siente incapaz de abordar
exitosamente los retos cotidianos; se percibe incompleto y vacío; carece de control sobre su vida y opta por inhibirse
y esperar un mejor momento que casi nunca llega. Tiende a ocultar sus
limitaciones tras una "careta", pues al no aceptarse, teme no ser
aceptado. Eso lo lleva a desconfiar de todos y a usar su energía para
defenderse de los demás, a quienes percibe como seres malos y peligrosos;
siempre necesita estar seguro y le es fácil encontrar excusas
para no moverse. La vida, desde aquí, parece una lucha llena de injusticia.
Irresponsabilidad.
Niega o evade sus dificultades, problemas o
conflictos. Culpa a los demás por lo que sucede y opta por no ver, oír o
entender todo aquello que le conduzca hacia su responsabilidad. Sus expresiones favoritas son:
"Si yo tuviera", "Si me hubieran dado", "Ojalá algún
día", y otras similares que utiliza como recurso para no aclarar su
panorama y tomar decisiones de cambio.
En su irresponsabilidad, el desestimado acude
fácilmente a la mentira. Se miente a sí mismo, se
autoengaña y engaña a los demás. Esto lo hace para no asumir desde la
consciencia adulta las consecuencias de sus actos, de su interacción con el mundo. Ninguna cantidad
de nubes puede tapar por mucho tiempo el sol.
Incoherencia.
El desestimado dice una cosa y hace otra. Asegura
querer cambiar pero se aferra a sus tradiciones y creencias antiguas aunque no
le estén funcionando. Vive en el sueño de un futuro mejor pero hace poco o nada
para ayudar a su cristalización. Critica pero no se autocrítica, habla de amor
pero no ama, quiere aprender pero no estudia, se queja pero no actúa en
concordancia con lo que dice anhelar. Su espejo no lo refleja.
Inexpresividad.
Por lo general reprime sus sentimientos y éstos se
revierten en forma de resentimientos y enfermedad. Carece de maneras y estilos
expresivos acordes con el ambiente, porque no se lo enseñaron o
porque se negó a aprenderlos. En cuanto a la expresión de su creatividad, la bloquea y se ciñe a la
rutina y paga por ello el precio del aburrimiento.
Irracionalidad.
Se niega a pensar. Vive de las creencias aprendidas
y nunca las cuestiona. Generaliza y todo lo encierra en estereotipos, repetidos
cíclica y sordamente. Pasa la mayor parte de su tiempo haciendo predicciones y
pocas veces usa la razón. Asume las cosas sin buscar otras versiones ni ver
otros ángulos. Todo lo usa para tener razón aunque se destruya y destruya a
otros.
Inarmónica.
El desestimado tiende al conflicto y se acostumbra a éste
fácilmente. Se torna agresivo e irracional ante la crítica, aunque con
frecuencia critique y participe en coros de chismes. En sus relaciones necesita
controlar a los demás para que le complazcan, por lo que aprende diversas
formas de manipulación. Denigra del prójimo, agrede, acusa y se vale del miedo,
la culpa o la mentira para hacer que los demás le presten atención. Cuando no tiene problemas se
los inventa
Porque necesita del conflicto. En estado de paz se siente
extraño y requiere de estímulos fuertes generalmente negativos. En lo interno,
esa inarmónica se evidencia en estados ansiosos, que desembocan en adicciones y otras enfermedades.
Para el desestimado, la soledad es intolerable ya
que no puede soportar el peso aturdidor de su consciencia.
Dispersión.
Su vida no tiene rumbo; carece de un propósito
definido.
No planifica, vive al día esperando lo que venga,
desde una fe inactiva o una actitud desalentada y apática. Se recuesta en
excusas y clichés para respaldar su permanente improvisación.
Dependencia.
El desestimado necesita consultar sus decisiones
con otros porque no escucha ni confía en sus mensajes interiores, en su
intuición, en lo que el cuerpo o su verdad profunda le gritan.
Asume como propios los deseos de los demás, y hace
cosas que no quiere para luego quejarse y resentirlas. Actúa para complacer y
ganar amor a través de esa nefasta fórmula de negación de sí mismo, de auto
sacrificio inconsciente de sus propias motivaciones. Su falta de autonomía, la
renuncia a sus propios juicios hace que al final termine culpándose, auto
incriminándose, resintiendo a los demás y enfermándose como forma de ejecutar
el auto castigo de quien sabe que no está viviendo satisfactoriamente. La
dependencia es el signo más característico de la inmadurez psicológica, que
lleva a una persona, tal como dice Fritz Perls, a no
pararse sobre sus propios pies y vivir plenamente su vida.
Inconstancia.
Desde el miedo, una de las emociones típicas del
desestimado, las situaciones se perciben deformadas y el futuro puede parecer
peligroso o incierto. La falta de confianza en las propias capacidades hace que
aquello que se inicia no se concrete. Ya sea aferrándose a excusas o asumiendo
su falta de vigor, el desestimado tiene dificultad para iniciar, para continuar
y para terminar cualquier cosa. Puede que inicie y avance en ocasiones, pero
frente a situaciones que retan su confianza, abandonará el camino y buscará
otra senda menos atemorizante. La inconstancia, la falta de continuidad, señala
poca tolerancia a la frustración.
Rigidez.
La persona desvalorizada lucha porque el mundo se
comporte como ella quiere. Desea que donde hay calor haya frío, que la vejez no exista y que todo sea lindo.
Le cuesta comprender que vivimos interactuando en varios contextos con gente
diferente a nosotros en muchos aspectos, y que la verdad no está en mí o en ti,
sino en un "nosotros" intermedio que requiere a veces
"estirarse". Sufrir porque está lloviendo, negarnos a entender que
una relación ha finalizado, empeñarnos en tener razón aunque destruyamos
vínculos importantes, demuestra incapacidad para abandonar posturas rígidas que
nos guían por la senda del conflicto permanente. Eso es no quererse, eso es
Desestima.
En general, el desvalorizado es un ser que no se
conoce, que no se acepta y que no se valora; que se engaña y se autosabotea
porque ha perdido el contacto consigo mismo, con su interioridad, y se ha
desbocado hacia el mundo con el afán de ganar placer, prestigio y poder, es decir,
de obtener a cualquier precio la aprobación de los demás, como un niño que
requiere el abrazo materno para sobrevivir. El desestimado no se percata
fácilmente de que ha roto el equilibrio que necesita para vivir paz y disfrutar
de la vida, que como un don especial le ha sido.
GRADOS DE AUTOESTIMA
La autoestima es un concepto gradual. En
virtud de ello, las personas pueden presentar en esencia uno de tres estados:
- Tener una autoestima alta equivale a sentirse confiadamente apto para la vida, o, usando los términos de la definición inicial, sentirse capaz y valioso; o sentirse aceptado como persona.
- Tener una baja autoestima es cuando la persona no se siente en disposición para la vida; sentirse equivocado como persona.
- Tener un término medio de autoestima es oscilar entre los dos estados anteriores, es decir, sentirse apto e inútil, acertado y equivocado como persona, y manifestar estas incongruencias en la conducta —actuar, unas veces, con sensatez, otras, con irreflexión—-, reforzando, así, la inseguridad.
En la práctica, y según la experiencia de Nathaniel Branden, todas las personas son capaces
de desarrollar la autoestima positiva, al tiempo que nadie presenta una
autoestima totalmente sin desarrollar. Cuanto más flexible es la persona, tanto
mejor resiste todo aquello que, de otra forma, la haría caer en la derrota o la
desesperación.
Es imposible la salud psicológica, a no ser que lo esencial de la persona sea fundamentalmente aceptado, amado y respetado por otros y por ella misma.
Abraham Maslow
La autoestima permite a las personas enfrentarse a
la vida con mayor confianza, benevolencia y optimismo, y por consiguiente
alcanzar más fácilmente sus objetivos y autorrealizarse.
Permite que uno sea más ambicioso respecto a
lo que espera experimentar emocional, creativa y espiritualmente. Desarrollar la autoestima es
ampliar la capacidad de ser felices; la autoestima permite tener el
convencimiento de merecer la felicidad.
Comprender esto es fundamental, y redunda en
beneficio de todos, pues el desarrollo de la autoestima positiva aumenta la
capacidad de tratar a los demás con respeto, benevolencia y buena voluntad,
favoreciendo así las relaciones interpersonales enriquecedoras y evitando las
destructivas.
El amor a los demás y el amor a nosotros mismos no son
alternativas opuestas. Todo lo contrario, una actitud de amor hacia sí mismos
se halla en todos aquellos que son capaces de amar a los demás.
Erich Fromm
Permite la creatividad en el trabajo, y constituye una
condición especialmente crítica para la profesión docente.
José-Vicente Bonet, en su libro Sé amigo de ti
mismo: manual de autoestima, recuerda que la importancia de la autoestima
es algo evidente:
La importancia de la autoestima se aprecia mejor
cuando cae uno en la cuenta de que lo opuesto a ella no es la heteroestima, o
estima de los otros, sino la desestima propia, rasgo característico de ese
estado de suma infelicidad que llamamos «depresión». Las personas que realmente se
desestiman, se menosprecian, se malquieren..., no suelen ser felices, pues no
puede uno desentenderse u olvidarse de sí mismo.
FALSOS ESTEREOTIPOS
La autoestima no tiene nada que ver con la cultura,
la clase social, los bienes materiales o incluso el éxito. En los países
civilizados y ricos, y específicamente en las sociedades capitalistas, es
frecuente sentirse «incompleto», peor que otros. El propio sistema fuerza a la
gente a sentirse así.
La comodidad no es autoestima
A una persona con la autoestima baja —o
«equivocada», según la terminología de Branden—, cualquier estímulo positivo, a
lo más que podrá llegar, será a hacerla sentir cómoda o, a lo sumo, mejor con
respecto a sí misma únicamente durante un tiempo. Por lo tanto, los bienes
materiales, o las relaciones sexuales, o el éxito, o el aspecto
físico, por sí solos, producirán sobre esa persona comodidad, o bien un falso y
efímero desarrollo de la autoestima, pero no potenciarán realmente la confianza
y el respeto hacia uno mismo.
La autoestima no es competitiva
ni comparativa
Paradójicamente, la mayoría de las personas buscan
la autoconfianza y el autorrespeto fuera de sí mismas, motivo por el cual están
abocadas al fracaso. Según Nathaniel Branden, «la autoestima se comprende
mejor como una suerte de logro espiritual ó mental, es decir, como una victoria en
la evolución de la conciencia». Así, la autoestima proporciona serenidad
espiritual, la cual a su vez permite a las personas disfrutar de la vida.
El estado de una persona que no está en guerra ni
consigo misma ni con los demás es una de las características más significativas
de una autoestima sana.
Nathaniel Branden
La verdadera autoestima no se expresa mediante la
autoglorificación a expensas de los demás, o por medio del afán de ser superior
a otras personas o de rebajarlas para elevarse uno mismo. La arrogancia, la jactancia y la
sobrevaloración de las propias capacidades revelan una autoestima equivocada, y
no un exceso de autoestima.
La autoestima no es narcisismo
Un error común consiste en pensar que el amor a uno
mismo es equivalente al narcisismo. Sin embargo, el narcisismo es
un síntoma de baja autoestima, lo cual significa desamor por uno mismo. Una
persona con una autoestima saludable se acepta y ama a sí misma
incondicionalmente. Conoce sus virtudes, pero también sus defectos. A pesar de
ello, es capaz de conocer y aceptar tanto las virtudes como los defectos y
vivir amándose a sí misma. Por el contrario, una persona narcisista no es capaz
de conocer y/o aceptar sus defectos, que siempre trata de ocultar, al tiempo
que intenta amplificar sus virtudes ante los demás para, en el fondo, tratar de
convencerse a sí misma de que es una persona de valor y tratar de dejar de
sentirse culpable por sus defectos.
INDICADORES DE AUTOESTIMA
Indicios positivos de autoestima
La persona que se autoestima suficientemente:
- Cree
con firmeza en ciertos valores y principios, y está dispuesta a defenderlos
incluso aunque encuentre oposición. Además, se siente lo suficientemente
segura de sí misma como para modificarlos si la experiencia le demuestra
que estaba equivocada.
- Es
capaz de obrar según crea más acertado, confiando en su propio criterio, y
sin sentirse culpable cuando a otros no les parezca bien su proceder.
- No
pierde el tiempo preocupándose en exceso por lo que le haya ocurrido en el
pasado ni por lo que le pueda ocurrir en el futuro. Aprende del pasado y
proyecta para el futuro, pero vive con intensidad el presente.
- Confía
plenamente en su capacidad para resolver sus propios problemas, sin
dejarse acobardar fácilmente por fracasos y dificultades. Y, cuando
realmente lo necesita, está dispuesta a pedir la ayuda de otros.
- Como
persona, se considera y siente igual que cualquier otro; ni inferior, ni
superior; sencillamente, igual en dignidad; y reconoce diferencias en
talentos específicos, prestigio profesional o posición económica.
- Da
por sentado que es interesante y valiosa para otras personas, al menos
para aquellos con los que mantiene amistad.
- No
se deja manipular, aunque está dispuesta a colaborar si le parece
apropiado y conveniente.
- Reconoce
y acepta en sí misma diferentes sentimientos y pulsiones, tanto positivas
como negativas, y está dispuesta a revelárselos a otra persona, si le
parece que vale la pena y así lo desea.
- Es
capaz de disfrutar con una gran variedad de actividades.
- Es
sensible a los sentimientos y necesidades de los demás; respeta las normas
sensatas de convivencia generalmente aceptadas, y entiende que no tiene
derecho —ni lo desea— a medrar o divertirse a costa de otros.1
INDICIOS NEGATIVOS DE AUTOESTIMA
La persona con autoestima deficiente suele
manifestar algunos de los siguientes síntomas:
·
Autocrítica rigorista, tendente a crear un estado
habitual de insatisfacción consigo misma.
·
Hipersensibilidad a la crítica, que la hace sentirse fácilmente
atacada y a experimentar resentimientos pertinaces contra sus críticos.
·
Indecisión crónica, no tanto por falta de
información, sino por miedo exagerado a equivocarse.
·
Deseo excesivo de complacer: no se atreve a decir «no», por
temor a desagradar y perder la benevolencia del peticionario.
·
Perfeccionismo, o autoexigencia de hacer
«perfectamente», sin un solo fallo, casi todo cuanto intenta; lo cual puede
llevarla a sentirse muy mal cuando las cosas no salen con la perfección
exigida.
·
Culpabilidad neurótica: se condena por conductas que no
siempre son objetivamente malas, exagera la magnitud de sus errores y delitos
y/o los lamenta indefinidamente, sin llegar a perdonarse por completo.
·
Hostilidad flotante, irritabilidad a flor de piel,
siempre a punto de estallar aun por cosas de poca importancia; propia del
supercrítico a quien todo le sienta mal, todo le disgusta, todo le decepciona,
nada le satisface.
·
Tendencias defensivas, un negativo generalizado (todo
lo ve negro: su vida, su futuro y, sobre todo, su sí mismo) y una inapetencia
generalizada del gozo de vivir y de la vida misma.
CONCEPTOS ANÁLOGOS
Autoconcepto, autorrespeto, autoaceptación.
Autoaceptación
Por autoaceptación se entiende:
- El
reconocimiento responsable, ecuánime y sereno de aquellos rasgos físicos y
psíquicos que nos limitan y empobrecen, así como de aquellas conductas
inapropiadas y/o erróneas de las que somos autores.
- La
consciencia de nuestra dignidad innata como personas que, por muchos
errores o maldades que perpetremos, nunca dejaremos de ser nada más y nada
menos que seres humanos falibles.
En palabras de Albert Ellis:
'Autoaceptación' quiere decir que la persona se
acepta a sí misma plenamente y sin condiciones, tanto si se comporta como si no
se comporta inteligente, correcta o competentemente, y tanto si los demás le
conceden como si no le conceden su aprobación, su respeto y su amor.
Albert Ellis
BREVE RESEÑA HISTÓRICA
- La
autoestima, como vivencia psíquica, ha acompañado al ser humano
desde sus comienzos.
- El constructo
psicológico de autoestima (o autoconcepto) se remonta a William James, a
finales del siglo XIX, quien, en su obra Los
Principios de la Psicología, estudiaba el desdoblamiento de nuestro
«Yo-global» en un «Yo-concedor» y un «Yo-conocido». Según James, de este desdoblamiento,
del cual todos somos conscientes en mayor o menor grado, nace la
autoestima.
- Ya
entrado el siglo XX, la influencia inicial de
la psicología
conductista minimizó el estudio introspectivo de los procesos mentales,
las emociones y los sentimientos,
reemplazándolo por el estudio objetivo mediante métodos
experimentales de los comportamientos
observados en relación con el medio. El conductismo situaba al ser humano
como un animal sujeto a reforzadores, y
sugería situar a la propia psicología como una ciencia
experimental similar a la química o a la biología.
Como consecuencia, se descuidó durante bastante tiempo el estudio sistemático de
la autoestima, que era considerada una hipótesis
poco susceptible de medición rigurosa.
- A
mediados del siglo XX, y con la psicología fenomenológica y
la psicoterapia humanista, la
autoestima volvió a cobrar protagonismo y tomó un lugar central en la autorrealización
personal y en el tratamiento de los trastornos
psíquicos. Se empezó a contemplar la satisfacción
personal y el tratamiento psicoterapéutico, y
se hizo posible la introducción de nuevos elementos que ayudaban a
comprender los motivos por los que las personas tienden a sentirse poco
valiosas, desmotivadas e incapaces de emprender por ellas mismas desafíos.
- Carl Rogers,
máximo exponente de la psicología
humanista, expuso su teoría acerca de la aceptación y
autoaceptación incondicional como la mejor forma de mejorar la autoestima.
- Robert
B. Burns considera que la autoestima es el conjunto de las actitudes del
individuo hacia sí mismo. El ser humano se percibe a nivel sensorial; piensa sobre sí mismo y sobre sus comportamientos; se
evalúa y los evalúa. Consecuentemente, siente emociones relacionadas consigo mismo.
Todo ello evoca en él tendencias conductuales dirigidas hacia sí mismo,
hacia su forma de ser y de comportarse, y hacia los rasgos de su cuerpo y
de su carácter, y ello configura las actitudes que, globalmente, llamamos
autoestima. Por lo tanto, la autoestima, para Burns, es la percepción
evaluativa de uno mismo. En sus propias palabras: «la conducta del
individuo es el resultado de la interpretación peculiar de su medio, cuyo
foco es el sí mismo».
- Investigadores
como Coopersmith (1967), Brinkman et al. (1989), López y Schnitzler
(1983), Rosemberg y Collarte, si bien exponen conceptualizaciones de la
autoestima diferentes entre sí, coinciden en algunos puntos básicos, como
que la autoestima es relevante para la vida del ser humano y
que constituye un factor importante para el ajuste emocional, cognitivo y
práctico de la persona. Agrupando las aportaciones de los autores citados,
se obtendría una definición conjunta como la siguiente:
La autoestima es una competencia específica de
carácter socio-afectivo que constituye una de las bases mediante las cuales el
sujeto realiza o modifica sus acciones. Se expresa en el individuo a través de
un proceso psicológico complejo que involucra a la percepción, la imagen, la estima y el autoconcepto que éste tiene de sí mismo. En
este proceso, la toma de conciencia de la valía personal se va
construyendo y reconstruyendo durante toda la vida, tanto a través de las experiencias vivenciales
del sujeto, como de la interacción que éste tiene con los demás y con el
ambiente.
LA AUTOESTIMA EN EL MUNDO REAL
En la práctica, la autoestima, al depender en parte
de la heteroestima, se ve intensamente influida por las condiciones sociales.
El concepto que una persona tiene de sí misma y de los demás, y lo que una
persona siente por sí misma y por los demás, son la base de las relaciones
humanas, y por lo tanto, decisivos para las contigencias del ser humano. Lejos
del concepto ideal de autoestima que la psicología humanista propugna, desligada
completamente del ego, las personas normalmente conviven con éste, debiendo lidiar
continuamente con sus consecuencias, o, dicho de otro modo, el altruismo puro,
salvo en personas de gran bondad y dedicadas íntegramente al desarrollo
espiritual, raramente se encuentra. La cultura, la política, la economía, la
sociedad, la historia misma, están determinadas por la autoestima de las
personas, y al mismo tiempo son determinantes. Nada escapa a la influencia de
la autoestima, ni siquiera la propia concepción de la autoestima. Por ello, y
para evitar confusiones, deberá valorarse el concepto de autoestima de forma
diferente según cada ideología.
Autoestima en el capitalismo
El capitalismo está basado en el individualismo
y la competición. Ayn Rand postula que el altruismo nos envilece, Sigmund Freud identifica el amor con el narcisismo, y Nathaniel Branden considera
el egoísmo como algo que puede ser
saludable. Según Branden, el egoísmo entendido como un sentimiento noble es
algo positivo, ya que constituye la chispa que hace que la gente mejore su
autoestima; es decir, bajo esta concepción la autoestima equivale al propio
ego. Sin embargo, las sociedades y la justicia están lejos de ser perfectas; no
todos son nobles, no todos tratan de mejorarse a sí mismos sin degradar a los
demás; en pocas palabras, no todo el mundo consigue al mismo tiempo éxito y
autoestima positiva, con lo cual el resultado en la práctica es injusticia
social. Es decir, existe gente muy rica y gente muy pobre, y los ricos no se
preocupan de los pobres, o incluso tratan de evitar en su propio beneficio que
estos suban en la escala social, al tiempo que los pobres sienten envidia de
los ricos y consideran el sistema injusto. Desde el punto de vista humanista,
encontramos tanto a ricos como a pobres con baja autoestima. Según Lenin, la fase de acumulación
capitalista lleva de forma inherente un tipo de fascismo que adopta como ideología la
«defensa del mundo libre», la cultura occidental, y el hemisferio, es decir, el
mantenimiento del sistema capitalista mundial.
Albert Ellis, psicólogo humanista, escribe
respecto al fascismo: « ¿Cuál es el propósito de valorarse a sí mismo,
conseguir un engrandecimiento del ego o una mayor autoestima? Obviamente, para
sentirnos mejor que otra gente: para deificarnos a nosotros mismos, para
santificarnos más que otros, para “elevarnos al cielo en una carroza dorada”.
Bonito trabajo, ¡si se pudiera hacer! Pero desde el momento en que la
autoestima parece correlacionarse altamente con lo que Bandura (1977) llama la
autoeficacia, solamente se puede tener un ego fuerte y estable cuando a)
Trabaja uno bien, b) sabe que continuará haciéndolo bien, y c) tiene la
garantía de que siempre será igual o mejor que los demás en trabajos
importantes tanto en el presente como en el futuro. Bien, a menos que sea uno
absolutamente perfecto, ¡se necesitan montañas de suerte para esas
aspiraciones!»
Según Nathaniel Branden, la autoestima es una
experiencia íntima, que reside en el núcleo de nuestro ser. Es lo que uno, y no los demás, piensa y siente sobre sí mismo.
Según Branden, durante la niñez, el grado de respeto, amor, reconocimiento y, en definitiva, educación emocional que se recibe, va influyendo
sobre la autoestima, aunque, no obstante, las elecciones y decisiones propias
del niño son un factor crítico en cuanto a la autoestima que éste cosecha en su
camino hacia la vida adulta. No somos, por lo tanto, meros depositarios de las
opiniones ajenas. Del mismo modo, también depende de los adultos el desarrollo
de su autoestima independientemente del pasado que hayan podido tener. Es
decir, nadie puede pensar por otro, o imponerle la fe y el amor propio. Una persona puede recibir amor de todos los que la
rodean y seguir sin amarse a sí misma, puede ser admirada y no encontrar sus
valores, puede aparentar seguridad y sentir inseguridad, satisfacer las
expectativas de los demás y no las propias, tener éxito y no reconocerlo.
Alcanzar el éxito sin alcanzar una autoestima
positiva es estar condenado a sentirse como un impostor que espera con angustia
que lo descubran.
Nathaniel Branden
No es necesario llegar a odiarnos para poder
aprender a querernos más; no tenemos que sentirnos inferiores para desear
tenernos más confianza. No hemos de sentirnos infelices para querer ampliar
nuestra capacidad de alegría.
Nathaniel Branden
Autoestima en el comunismo
Por otro lado, el comunismo está basado en la comunidad y la
colaboración. Teóricamente es un sistema puramente altruista basado en el amor bajo la concepción de Leibniz («amar es encontrar en la
felicidad de otro tu propia felicidad»), y, según autores, «está basado en la
promoción de la honra, pero no entendida como un sentimiento individual,
sinónimo de honor, sino como valoración de lo colectivo, el impulso de la
autoestima y la ruptura de la sumisión a intereses oligárquicos». En este caso,
el egoísmo se manifiesta como un sentimiento colectivo compartido por todos los
miembros: uno desea lo mejor a los demás, y los demás desean lo mejor a uno. La
autoestima mejora cuando la comunidad en conjunto funciona, y especialmente
cuando esta avanza. Uno se siente en armonía consigo mismo como parte
importante del grupo, con el grupo como entidad, y con la naturaleza. Pero,
como sucede con el capitalismo, la imperfección de la sociedad y la justicia llevan
fácilmente a efectos indeseados. Algunas personas pueden no seguir las reglas,
y la ausencia absoluta de competición en la sociedad puede hacer que algunas
personas egoístas acumulen una increíble cantidad de poder, o incluso que una
sola persona se haga con el control total de un país. Eso es lo que se conoce
como dictadura comunista, a menudo justificada como necesidad coyuntural. La
autoestima, desde el punto de vista humanista, es, en este caso, baja para el
líder narcisista y baja para los trabajadores oprimidos, que ni siquiera tienen
la posibilidad de sentirse responsables del grupo.
Desde el punto de vista opuesto, Carlos Alberto Montaner, vicepresidente de la Internacional Liberal, y defensor del capitalismo, considera que las razones del
fracaso del comunismo son: el colectivismo y la represión al ego, el altruismo
universal abstracto contra el altruismo selectivo espontáneo, la desaparición de
los estímulos materiales como recompensa a los esfuerzos, la falsa solidaridad
colectiva y el debilitamiento del «bien común», la ruptura de los lazos
familiares, las instituciones estabularías, el paso del ciudadano indefenso al
ciudadano parásito, el miedo como elemento de coacción y la mentira como su
consecuencia, la desaparición de la tensión competitiva, y la necesidad de
libertad.
Autoestima en el socialismo
El socialismo, sistema ideal para Albert Einstein, tiene individualismo y
competición, comunidad y colaboración. Es un sistema práctico. El
individualismo y la competición son menores que en el capitalismo, y el sentido
de comunidad y colaboración son menores que en el comunismo. Como resultado,
los ricos son más pobres y los pobres son más ricos que en el capitalismo y el
comunismo prácticos, respectivamente. El sistema garantiza mayor justicia
económica para el grupo mientras la economía funciona, a expensas de
individualidad y sentido de comunidad, y con la autoestima centrada en el
desarrollo personal y cultural más que en el escalado social. Cuando no
funciona, el sistema involuciona hacia el capitalismo de estado, donde tanto
los ricos como los pobres se vuelven más pobres, siendo normalmente los pobres
los que se llevan la peor parte, ya que la falta de dinero constituye un mayor
porcentaje de sus bienes totales. La autoestima, por lo tanto, tiende a
volverse baja para los ricos y muy baja para los pobres mientras el sistema no
funcione.
El concepto capitalista de la
autoestima: críticas y controversia
El concepto de autoestima, tal como se entiende en
la sociedad norteamericana, donde, con fundamentos psicoanalíticos, se rinde culto al ego y se admite en gran medida el narcisismo (incluso se habla de «narcisismo
saludable»), ha sido criticado desde
diferentes campos, y especialmente por figuras como el Dalái Lama, Carl Rogers, Paul Tillich y Alfred Korzybski.
Tal vez las críticas teóricas y operativas más
duras provengan del psicólogo estadounidense Albert Ellis, quien en numerosas ocasiones ha
calificado la filosofía de la autoestima como esencialmente autofrustrante y
destructiva en última instancia. Ellis considera que, aunque la propensión y
tendencia del ser humano hacia el ego es innata, la filosofía de la autoestima
aparece en un análisis definitivo como irreal, ilógica y destructiva para el
individuo y para la sociedad, proporcionando más daño que beneficio. Cuestiona
los fundamentos y la utilidad de la fuerza del ego, y afirma que la autoestima
está basada en premisas definitorias arbitrarias, y
sobre un pensamiento sobre-generalizado, perfeccionista y ostentoso.
La Autoestima se forma desde la gestación, durante
el período prenatal y en los años que siguen el nacimiento del niño, quien
aprenderá, de acuerdo con lo que perciba en su entorno, si es apto para lograr
objetivos y ser feliz, o si debe resignarse a ser común; uno más en una
sociedad en la que vivirá posiblemente resentido, ansioso y funcionando muy por
debajo de su verdadera capacidad. Los niveles de salud, éxito económico y calidad de relaciones, están
frecuentemente relacionadas con una Autoestima fuerte. El desequilibrio, el
caos en estas áreas, se puede vincular a una baja, débil o escasamente
desarrollada autoestima.
La importancia de la autoestima estriba en que
concierne a nuestro ser, a nuestra manera de ser y al sentido de nuestra valía
personal. Por lo tanto, no puede menos de afectar a nuestra manera de estar y
actuar en el mundo y de relacionarnos con los demás. Nada en nuestra manera de
pensar, de sentir, de decidir y de actuar escapa a la influencia de la
autoestima.
La Autoestima es un recurso psicológico que permite
que las personas se orienten hacia el bienestar y no hacia la autodestrucción.
Sin embargo de manera automática y poco consciente, acostumbramos desarrollar
comportamientos que afectan y reducen de manera significativa nuestra calidad
de vida.
Envidiar, criticar, maltratar, celar, quejarse,
negarse a aceptar las cosas como son, evitar los cambios necesarios, trabajar
compulsivamente, fumar o beber en exceso y actuar tímidamente o con apatía,
entre otras conductas frecuentes, revelan desamor por uno mismo, pérdida del
equilibrio de la mente y del cuerpo y, por consiguiente, la urgente necesidad
de restablecer la Autoestima, que es la pieza clave para todo tipo de relación
en nuestras vidas: paternal, amorosa, de trabajo o simplemente social.
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