GÉNERO Y VIOLENCIA
“Por género se entiende una construcción
simbólica que alude al conjunto de atributos socioculturales asignados a las
personas a partir del sexo y que convierten la diferencia sexual en desigualdad
social. La diferencia de género no es un rasgo biológico, sino una construcción
mental y sociocultural que se ha elaborado históricamente. Por lo tanto, género
no es equivalente a sexo: el primero se refiere a una categoría sociológica y
el segundo a una categoría biológica.
“La violencia doméstica, privada, al igual que la violencia social, pública,
son síntomas de que cuando nuestras sociedades se enfrentan a procesos de
cambios profundos, reaparece la parte oscura, la pulsión agresiva, que, por el
momento, se hace visible en episodios cada vez más recurrentes, en los que
individuos, generalmente varones, atacan y matan en privado y en público, sin
que la razón pueda dar ninguna explicación...”
“El fenómeno de la violencia de género ejercida por esposos, compañeros
sentimentales o afectivos o, más extensivamente, por desconocidos en forma de
una variedad de conductas de agresión que abarcan desde el maltrato
psicológico, pasando por diversos modos de acoso, agresiones físicas y
sexuales, hasta llegar a mutilaciones o asesinatos, muestra progresivamente el
perfil de una realidad que hasta épocas muy recientes tenía en el silencio un
muro de alianza que escondía la tragedia de un número incalculable de mujeres.
Y aunque actualmente las cifras que intentan hacer aflorar una dimensión más
precisa del alcance de la violencia contra la mujer, sobre todo de la producida
en el marco íntimo de relaciones afectivas, se benefician de un progresivo
aumento de la sensibilización y la concienciación sociales con respecto a
épocas anteriores, en gran medida fruto del trabajo de asociaciones de mujeres
en multitud de ámbitos, lo cierto es que aún queda mucha realidad oculta por
conocer.”
“Al hablar
de violencia contra las mujeres la denominamos violencia de género para señalar
la importancia que en ello tiene la cultura, para dejar claro que esta forma de
violencia es una construcción social, no una derivación espontánea de la
naturaleza. En este concepto se incluyen todas las formas de maltrato
psicológico de abuso personal, de explotación sexual, de agresión física a la
que son sometidas las mujeres en su condición de mujeres.”
Este fenómeno está tan arraigado históricamente, y tan presente en nuestra sociedad, que nos cuesta identificarlo Cuando podemos nombrarla como a un problema social, violencia de género, empezamos a entender que hay un colectivo que la sufre sistemáticamente. “La violencia contra la mujer en el seno íntimo de la pareja requiere la intervención social en ese espacio privado para defender los derechos alienados de uno de los integrantes de ese núcleo de relación personal, que ha traspasado traumáticamente los límites de la convivencia. La manera en que los poderes públicos han estructurado sus vías de intervención en la vida ciudadana abarca desde la ley hasta las medidas de asistencia o de compensación. Pero hace tiempo que los instrumentos públicos no se consideran suficientes para ofrecer una respuesta efectiva a muchos problemas y fenómenos sociales, espacio que han ocupado las asociaciones civiles y las ONG. En el ámbito de la violencia contra la mujer es notable la implicación de la corriente asociacionista y no-gubernamental. En cambio, está por desarrollarse el compromiso ciudadano individual, que debería actuar como puntal de ese principio de injerencia.”
Investigadores que “trabajan buscando explicaciones y líneas de actuación para sofocar el fenómeno de la violencia contra la mujer y atajar sus consecuencias, conocen que en no pocas ocasiones mujeres a las que se supone una independencia personal o económica y una posibilidad de acceso a recursos alternativos continúan en relaciones donde sufren violencia.
Este fenómeno está tan arraigado históricamente, y tan presente en nuestra sociedad, que nos cuesta identificarlo Cuando podemos nombrarla como a un problema social, violencia de género, empezamos a entender que hay un colectivo que la sufre sistemáticamente. “La violencia contra la mujer en el seno íntimo de la pareja requiere la intervención social en ese espacio privado para defender los derechos alienados de uno de los integrantes de ese núcleo de relación personal, que ha traspasado traumáticamente los límites de la convivencia. La manera en que los poderes públicos han estructurado sus vías de intervención en la vida ciudadana abarca desde la ley hasta las medidas de asistencia o de compensación. Pero hace tiempo que los instrumentos públicos no se consideran suficientes para ofrecer una respuesta efectiva a muchos problemas y fenómenos sociales, espacio que han ocupado las asociaciones civiles y las ONG. En el ámbito de la violencia contra la mujer es notable la implicación de la corriente asociacionista y no-gubernamental. En cambio, está por desarrollarse el compromiso ciudadano individual, que debería actuar como puntal de ese principio de injerencia.”
Investigadores que “trabajan buscando explicaciones y líneas de actuación para sofocar el fenómeno de la violencia contra la mujer y atajar sus consecuencias, conocen que en no pocas ocasiones mujeres a las que se supone una independencia personal o económica y una posibilidad de acceso a recursos alternativos continúan en relaciones donde sufren violencia.
Estas mujeres, que desarrollan actividades que
hacen pensar que no están sometidas a una parálisis por miedo y que incluso
llegan a emprender con éxito iniciativas en varios ámbitos de sus vidas,
parecen sin embargo incapaces de denunciar a sus agresores, con quienes siguen
conviviendo, y mucho menos de abandonar la relación.
Por otra parte mujeres consideradas independientes por su perfil social comparadas con las otras de dependencia más ligadas a un núcleo familiar del tipo que sea, comparten la conducta paradójica de desarrollar un vínculo afectivo todavía más fuerte con sus agresores, defendiéndolos, retirando denuncias policiales después de haber tenido un momento de lucidez y presentarlas, e incluso deteniendo procesos judiciales en marcha al declarar a favor de sus agresores antes de que sean condenados. Esta conducta contradictoria se produce con frecuencia y quizás sea tiempo de ir buscando por qué y ayudarlas.”
TRADICIONES CULTURALES Y VIOLENCIA DE GÉNERO
Por otra parte mujeres consideradas independientes por su perfil social comparadas con las otras de dependencia más ligadas a un núcleo familiar del tipo que sea, comparten la conducta paradójica de desarrollar un vínculo afectivo todavía más fuerte con sus agresores, defendiéndolos, retirando denuncias policiales después de haber tenido un momento de lucidez y presentarlas, e incluso deteniendo procesos judiciales en marcha al declarar a favor de sus agresores antes de que sean condenados. Esta conducta contradictoria se produce con frecuencia y quizás sea tiempo de ir buscando por qué y ayudarlas.”
TRADICIONES CULTURALES Y VIOLENCIA DE GÉNERO
Las creencias tradicionales que consideran a las mujeres como personas subordinadas perpetúan una serie de prácticas ancestrales que entrañan violencia y coacción de las mujeres. “El cambio radical de las normas, leyes, políticas y prácticas relacionadas con el tema, ha ido emparejado con las respuestas de la comunidad internacional. Esto ha facilitado el reconocimiento de la violencia contra las mujeres como un abuso contra los derechos humanos”. También gracias a la intervención de los grupos feministas, y otros actores, como las asociaciones de defensa de los derechos humanos las organizaciones internacionales han empezado a ver el problema.
A través de los medios de comunicación las nuevas ideas sobre este tema han ido extendiéndose por sectores cada vez más amplios de la sociedad. “La Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW), celebrada en 1981, reconoce la violencia contra la mujer como una forma de discriminación especialmente atroz que debe ser erradicada.
Los Estados que tomaron parte en la Convención
tienen la obligación de usar todos los medios apropiados para eliminar la
discriminación contra la mujer. Otras declaraciones de política internacional
dirigidas a terminar con la violencia son la Declaración sobre la eliminación
de la violencia contra la mujer adoptada por la Asamblea General de la ONU en
1993 que define como violencia contra las mujeres cualquier acto que suponga el
uso de la fuerza o la coacción con intención de promover o de perpetuar
relaciones jerárquicas entre los hombres y las mujeres; y la Plataforma de
Acción de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrada en Beijing en
1995. Ambos documentos definen la violencia de género como una violación de los
derechos de la mujer y como una forma de discriminación que impide que la mujer
participe plenamente en la sociedad y realice su potencial como ser humano. Así
mismo, dichos documentos comprometen a los firmantes (los Estados Miembros de
la ONU) a llevar a cabo acciones para proteger a las mujeres y las niñas.”
Podemos decir que, a partir de este momento, “el fenómeno de la violencia de género que denunciaban los colectivos feministas se consagra internacionalmente como problema social. Adquiere una definición clara y se sitúa dentro del campo fundamental de los derechos humanos y de la igualdad de oportunidades.
Por este motivo, el Consejo de Europa en sus documentos aconseja denominar todas las formas de violencia y malos tratos como «violaciones a los derechos de la persona», para quebrar sus connotaciones sexuales o familiares y poder entrar en una valoración más pública de las denuncias por dichas agresiones. Por ejemplo, el principal obstáculo que nos ha impedido ver y denunciar la violencia doméstica es precisamente su inserción en un ámbito vedado a las miradas, el ámbito de la privacidad familiar. Otras formas de violencia, como la ejercida por delincuentes extraños, han tenido una visibilidad mayor al tener lugar en ámbitos públicos.”
En la Conferencia de Viena de 1994, en el documento de las conclusiones consensuadas titulado 'La salud de las mujeres cuenta' se remarca la necesidad de conocer los desencadenantes de la violencia sobre las mujeres y niños y de tener en cuenta este problema desde la perspectiva de la Salud Pública, además de recomendar el estudio y la valoración de la magnitud del problema, enmarcándolo en la Estrategia de 'hacer visible lo Invisible'. Esta estrategia se corroborará y ampliará en la IV Conferencia Mundial de la mujer (Pekin-Beijing Septiembre de 1995).
La violencia dirigida a la mujer, como cualquier otro tipo de manifestación agresiva, genera efectos nefastos múltiples. El Banco Mundial señaló que en el año 2000 en el mundo la violencia contra las mujeres provocó diversas incapacidades y defunciones, sobre todo en mujeres en la edad reproductiva, razón está por la cual debe prestarse especial atención a la violencia de género, no sólo para combatirla penalizándola, sino para prevenirla y evitar así sus desfavorables consecuencias, sean estas físicas o sicológicas.
Podemos decir que, a partir de este momento, “el fenómeno de la violencia de género que denunciaban los colectivos feministas se consagra internacionalmente como problema social. Adquiere una definición clara y se sitúa dentro del campo fundamental de los derechos humanos y de la igualdad de oportunidades.
Por este motivo, el Consejo de Europa en sus documentos aconseja denominar todas las formas de violencia y malos tratos como «violaciones a los derechos de la persona», para quebrar sus connotaciones sexuales o familiares y poder entrar en una valoración más pública de las denuncias por dichas agresiones. Por ejemplo, el principal obstáculo que nos ha impedido ver y denunciar la violencia doméstica es precisamente su inserción en un ámbito vedado a las miradas, el ámbito de la privacidad familiar. Otras formas de violencia, como la ejercida por delincuentes extraños, han tenido una visibilidad mayor al tener lugar en ámbitos públicos.”
En la Conferencia de Viena de 1994, en el documento de las conclusiones consensuadas titulado 'La salud de las mujeres cuenta' se remarca la necesidad de conocer los desencadenantes de la violencia sobre las mujeres y niños y de tener en cuenta este problema desde la perspectiva de la Salud Pública, además de recomendar el estudio y la valoración de la magnitud del problema, enmarcándolo en la Estrategia de 'hacer visible lo Invisible'. Esta estrategia se corroborará y ampliará en la IV Conferencia Mundial de la mujer (Pekin-Beijing Septiembre de 1995).
La violencia dirigida a la mujer, como cualquier otro tipo de manifestación agresiva, genera efectos nefastos múltiples. El Banco Mundial señaló que en el año 2000 en el mundo la violencia contra las mujeres provocó diversas incapacidades y defunciones, sobre todo en mujeres en la edad reproductiva, razón está por la cual debe prestarse especial atención a la violencia de género, no sólo para combatirla penalizándola, sino para prevenirla y evitar así sus desfavorables consecuencias, sean estas físicas o sicológicas.
Entre los
resultados físicos de la violencia de género encontramos:
a)
Consecuencias para la salud.
La violencia de
género puede producir efectos en todas las facetas de la salud, los cuales
pueden no ser mortales y adoptar la forma de lesiones físicas, desde cortes
menores y equimosis (golpes, moretones) a discapacidad crónica o problemas de
salud mental. También pueden ser mortales; ya sea por homicidio intencional,
por muerte, como resultado de lesiones permanentes o SIDA, o debido a suicidio,
usado como último recurso para escapar a la violencia.
Entre las
principales consecuencias sobre la salud física encontramos las lesiones (que
pueden revestir diversos grados de gravedad), las enfermedades de transmisión
sexual, los embarazos no deseados, los problemas ginecológicos, las cefaleas,
los malestares físicos, y otros. Si la agresión se produce en una mujer
embarazada, puede existir consecuencias para el feto: aborto, parto prematuro,
muerte fetal, lesiones en el feto o en el recién nacido. Incluso puede llegar a
producirse el homicidio.
b) El homicidio
: Numerosos estudios informan que la mayoría de las mujeres que mueren de
homicidio son asesinadas por su compañero actual o anterior.
En las culturas
en que se practica la costumbre de la dote (bienes que aporta la mujer al
matrimonio o que dan a los esposos sus padres o terceras personas, en vista de
su matrimonio), esta puede ser mortal para la mujer cuyos padres no pueden
satisfacer las demandas de regalos o dinero. La violencia que comienza con
amenazas puede terminar en "suicidio" forzado, muerte por lesiones u
homicidio.
c) Lesiones graves:
Las lesiones sufridas por las mujeres debido al maltrato físico y sexual pueden
ser sumamente graves. Muchos incidentes de agresión dan lugar a lesiones que
pueden variar desde equimosis (golpes y moretones) a fracturas hasta
discapacidades crónicas. Un alto porcentaje de las lesiones requiere
tratamiento médico.
d) Lesiones
durante el embarazo: Las investigaciones recientes han identificado a la
violencia durante el embarazo como un riesgo a la salud tanto de la madre como
del feto no nacido. Las investigaciones sobre este rubro han indicado niveles
elevados de hipersensibilidades, proclives incluso a la pérdida de la criatura.
e) Lesiones a
los niños: Los niños en las familias violentas pueden también ser víctimas de
maltrato. Con frecuencia, los niños se lastiman mientras tratan de defender a
sus madres. Y con esta manifestación de violencia doméstica, tenemos el
preámbulo de la violencia de género presenciada desde la minoría de edad y por
tanto involucra a los menores dentro de la victimada.
f) Embarazo no
deseado y a temprana edad
La violencia
contra la mujer puede producir un embarazo no deseado, ya sea por violación o
al afectar la capacidad de la mujer de negociar el uso de métodos
anticonceptivos. Por ejemplo, algunas mujeres pueden tener miedo de plantear el
uso de métodos anticonceptivos con sus parejas por temor de ser golpeadas o
abandonadas.
Las
adolescentes que son maltratadas o que han sido maltratadas como niñas, tienen
menos probabilidad de desarrollar un sentido de autoestima y pertenencia que
los que no han experimentado maltrato. Tienen mayor probabilidad de descuidarse
e incurrir en comportamientos arriesgados como tener relaciones sexuales en
forma temprana o sin protección. Un número creciente de estudios indica que las
niñas que son maltratadas sexualmente durante la niñez tienen un riesgo mucho
mayor de embarazo no deseado durante la adolescencia.
Este riesgo
mayor de embarazo no deseado acarrea muchos problemas adicionales. Por ejemplo,
está bien documentado que la maternidad durante la adolescencia temprana o media,
antes de que las niñas estén maduras biológica y psicológicamente, está
asociada con resultados de salud adversos tanto para la madre como para el
niño. Los lactantes pueden ser prematuros, de bajo peso al nacer o pequeños
para su edad gestacional.
Cuando se
produce un embarazo no deseado, muchas mujeres tratan de resolver su dilema por
medio del aborto. En los países en que el aborto es ilegal, costoso o difícil
de obtener, las mujeres pueden recurrir a abortos ilegales, a veces con
consecuencias mortales.
g)
Vulnerabilidad a las enfermedades
Si se comparan
con las mujeres no maltratadas, las mujeres que han sufrido cualquier tipo de
violencia tienen mayor probabilidad de experimentar una serie de problemas de
salud graves.
Se ha sugerido
que la mayor vulnerabilidad de las mujeres maltratadas se puede deber en parte
a la inmunidad reducida debido al estrés que provoca el maltrato. Por otra
parte, también se ha responsabilizado al auto descuido y a una mayor
proclividad a tomar riesgos. Se ha determinado, por ejemplo, que las mujeres
maltratadas tienen mayor probabilidad de fumar que aquellas sin antecedentes de
violencia.
Entre las
consecuencias psicológicas de la violencia de género se encuentran:
a) El Suicidio
En el caso de
las mujeres golpeadas o agredidas sexualmente, el agotamiento emocional y
físico puede conducir al suicidio, el que resulta frecuente en tales casos.
Estas muertes son un testimonio dramático de la escasez de opciones de que
dispone la mujer para escapar de las relaciones violentas.
b) Problemas de
salud mental
Las
consecuencias para la salud mental se producen tanto por la violencia psíquica
como por el impacto emocional que genera la violencia física, sobre todo si
existe sensación de peligro. Comprende cuadros de depresión/ansiedad,
trastornos por estrés postraumático, trastornos de la conducta alimentaria
(anorexia, bulimia), diversas manifestaciones psicosomáticas.
Las
investigaciones indican que las mujeres maltratadas experimentan enorme
sufrimiento psicológico debido a la violencia. Muchas están gravemente
deprimidas o ansiosas, mientras otras muestran síntomas del trastorno de estrés
postraumático. Es posible que estén fatigadas en forma crónica, pero no pueden
conciliar el sueño; pueden tener pesadillas o trastornos de los hábitos
alimentarios; recurrir al alcohol y las drogas para disfrazar su dolor; o
aislarse y retraerse, sin darse cuenta, parece, que están surgiendo otros
problemas, aunque menos graves, pero dañinos igualmente.
c)
Consecuencias para la salud social.
La violencia de
género puede originar sobre la mujer aislamiento, desconfianza, desvalorización
y/o dificultad para entablar relaciones sociales y futuras.
Las
consecuencias de la violencia son muy graves para las víctimas, pues denotan
confusión, temor, anulación de su autoestima, dependencia, distorsión de sus
capacidades cognitiva y emocional; comportan en definitiva la destrucción de su
integridad como ser humano.
La incapacidad
de acabar con la violencia que percibe la mujer maltratada y la ausencia de
reproche social y judicial hacia el victimario, hace que la mujer presente un
estado de indefensión aprendida, que la mantiene en un bloqueo emocional que
puede llevarle a la negación del maltrato que padece, pudiendo sólo así
sobrevivir incluso en la peor situación de humillación permanente.
El síndrome de
la mujer maltratada, definido por Walker y Dutton se precisa como una
adaptación a la situación de aversión caracterizada por el incremento de la
habilidad de la persona para afrontar los estímulos adversos y minimizar el
dolor, además de presentar distorsiones cognitivas, como la minimización,
negación o disociación; por el cambio en la forma de verse a sí mismas, a los
demás y al mundo. También pueden desarrollar los síntomas del trastorno de
estrés postraumático, sentimientos depresivos, de rabia, baja autoestima, culpa
y rencor; y suelen presentar problemas somáticos, disfunciones sexuales,
conductas adictivas y dificultades en sus relaciones personales.
De manera
general se concibe que los efectos son equiparables al trastorno de estrés
postraumático, cuyos síntomas y características, sin duda, aparecen en algunas
de estas mujeres: re-experimentación del suceso traumático, evitación de
situaciones asociadas al maltrato y aumento de la activación. Estas mujeres
tienen dificultades para dormir con pesadillas en las que reviven lo pasado,
están continuamente alerta, hipervigilantes, irritables y con problemas de
concentración.
Además, el alto
nivel de ansiedad genera problemas de salud y alteraciones psicosomáticas, y
pueden aparecer problemas depresivos importantes. Entre los daños a la salud
producto a la violencia que vive la mujer dentro de la vida familiar se habla
incluso de una epidemia invisible según datos recogidos por la OPS y otras
instituciones internacionales.
Un número cada
vez mayor de estudios que exploran la violencia y la salud informan
sistemáticamente sobre los efectos negativos. La verdadera medida de las
consecuencias es difícil de evaluar, sin embargo, porque los registros médicos
carecen generalmente de detalles vitales en cuanto a las causas violentas de
las lesiones o la mala salud. Por tanto, una solución que atenúe estas
consecuencias no puede ser vista sólo desde una ciencia que estudie el
fenómeno, sino desde el aporte de varias disciplinas que involucradas con el
tema, sirvan de apoyo para prevenirle, detectarle y sancionarle.
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