lunes, 10 de junio de 2013

PRUEBAS PARA EVALUACIÓN EN PSICOLOGÍA FORENSE

PRUEBAS PARA EVALUACIÓN EN PSICOLOGÍA FORENSE

Más que considerar cada test psicológico en detalle, se provee una breve descripción de algunos de los tipos de instrumentos más utilizados y se analiza su papel en la evaluación forense.

Las entrevistas estructuradas usualmente formalizan la exploración de síntomas y producen hipótesis diagnósticas en relación estrecha con categorías del DSM. Groth-Marnat (1999) ha señalado que la entrevista de evaluación es probablemente el medio de recolección de información más importante durante la evaluación psicológica. Sin la información obtenida durante la entrevista, la mayoría de la información proporcionada por las pruebas psicológicas no tendría sentido. Además, la entrevista proporciona información potencialmente valiosa, que no sería accesible de otra forma, tal como la observación conductual, aspectos idiosincrásicos del evaluado, así como su reacción a la situación de vida presente. Otra de las funciones relevantes que cumple la entrevista es la de servir de lista de chequeo en relación con el significado y validez de los resultados de las pruebas psicológicas. Sin importar el nivel de estructuración de la entrevista, ésta debe cumplir con ciertas metas específicas tales como la evaluación de las fortalezas del evaluado, su nivel de ajuste, la naturaleza e historia del problema de referencia, un diagnóstico, así como una historia personal y familiar relevante.

Los inventarios de personalidad autodescriptivos, tales como el MMPI-2, el MCMI-III y el PAI, que consisten de una serie de reactivos que se puntúan de forma objetiva (por ejemplo, verdadero / falso) y que producen protocolos e índices que han sido relacionados, a través de la investigación empírica, con personas que ostentan diagnósticos clínicos conocidos así como características de su funcionamiento general de personalidad y comportamiento. Este tipo de inventarios proveen información referente a ciertos tipos de diagnósticos, por lo que pueden usarse en conjunto con los manuales interpretativos para generar hipótesis acerca de patrones generales de comportamiento que deberían ser evaluados en un sujeto. Existe una vasta literatura científica que apoya el uso de instrumentos de este tipo en la evaluación psicológica en general, lo cual escapa el objetivo del presente artículo. Es importante sin embargo, mencionar que en el campo de evaluación forense, el MMPI-2 es el test más ampliamente utilizado (Butcher, 2002; Pope, Butcher y Seelen, 2000). Por su parte, el PAI ha recibido evaluaciones preliminares positivas como un instrumento de utilidad en el campo forense.

Las pruebas proyectivas de personalidad, tales como el Rorschach y el TAT, no se basan en el auto-reporte de síntomas o experiencias del sujeto. Por el contrario, requieren que el evaluado interprete y describa estímulos complejos y ambiguos. Los estímulos del Rorschach son manchas de tintas monocromáticas y multicolores, mientras que los del TAT son una serie de imágenes, la mayoría de las cuales retrata individuos o interacciones interpersonales acerca de las cuales el evaluado debe desarrollar una historia. Proyectando sus propias percepciones e interpretaciones acerca de estos estímulos ambiguos, los evaluados revelan algo acerca de la forma en que visualizan y comprenden su entorno. El evaluador interpreta las respuestas del evaluado (haciendo referencias a normas publicadas) para desarrollar hipótesis y establecer inferencias acerca del funcionamiento de su personalidad y posibles diagnósticos. El uso de tests proyectivos en la evaluación psicológica forense es un área de gran controversia entre los académicos y clínicos. Esta discusión requiere un tratamiento que trasciende el propósito de este artículo. Resulta valioso agregar solamente que el test de Rorschach, y específicamente cuando se utiliza el modelo estandarizado de Exner (1993) para su aplicación e interpretación, ha sido aceptado mayoritariamente en las Cortes norteamericanas debido a sus importantes cualidades psicométricas.

Las pruebas neuropsicológicas, de ejecución y de inteligencia usualmente contienen múltiples sub-pruebas que consisten en problemas a ser resueltos u otro tipo de reactivos que tienen respuestas "correctas" establecidas a través de la construcción de normas para una población determinada. De esta forma, los puntajes individuales en estas pruebas se interpretan a la luz de normas de ejecución de poblaciones relevantes para delimitar fortalezas y debilidades específicas en el funcionamiento cognitivo, habilidades generales o aspectos asociados con la inteligencia. Por ejemplo, para el establecimiento de dificultades significativas a nivel cognitivo es necesario utilizar pruebas como el WAIS-III (Tulsky y Zhu, 2003) la cual ha sido ampliamente validada y existe una adaptación al español reciente. En casos en los que sea necesario explorar habilidades cognitivas o neuropsicológicas, pero que no sean un aspecto determinante de la pregunta psicolegal relevante, pueden ser de mucha utilidad pruebas como el BETA-III (Kellogg y Morton, 2003) que proporciona un estimado rápido confiable y válido de la inteligencia no verbal, así como el Neuropsi (Ostrosky-Solís, Ardila y Rosselli, 1999) que es un instrumento neurocognitivo estandarizado para población de habla hispana. Es importante tener claro que el BETA-III no reemplaza las medidas más amplias de inteligencia como el WAIS-III y que el Neuropsi es únicamente una prueba breve, lo que significa que en casos donde sea necesario explorar daños neuropsicológicos severos sería necesario el uso de baterías neuropsicológicas mucho más complejas como el Barcelona (Peña-Casanova, 1991) y el Luria (Manga y Ramos, 2001) para citar solo algunas.
El test debe tener un método estándar de aplicación, con las condiciones de la prueba tan cercanas a como sea posible a un ambiente silencioso y sin distracciones. Groth-Marnat (1999) ha señalado que un test bien construido debe incluir instrucciones que le permita a los evaluadores aplicarlo de forma estructurada, similar a la de otros evaluadores. Por otra parte, algunos estudios han demostrado que cuando se varían las instrucciones entre una administración y otra del test, se pueden alterar los tipos y calidad de las respuestas que proporciona el evaluado, comprometiendo así la confiabilidad y validez del mismo.
La aplicabilidad a la población y para el propósito específico debe guiar tanto la selección como la interpretación de las pruebas psicológicas. Los resultados de un test no deben ser aplicados para un propósito para el cual el test no fue desarrollado (por ejemplo inferir psicopatología de los resultados de un test de habilidades cognitivas). Entre más similitud entre un individuo dado y la población y situación de aquellos en la investigación con la que se construyó y validó la prueba, más confianza puede ser expresada en la aplicabilidad de los resultados a ese individuo..

Finalmente, es importante tener claro que en la evaluación psicológica forense la comunicación efectiva de los resultados es un punto crucial del proceso. En este sentido, Weiner (1999), ha realizado una serie de recomendaciones prácticas en torno a la forma en que deben ser escritos los informes psicológicos en el campo forense. En primer lugar, advierte sobre el hecho de que una vez que el psicólogo ha realizado una evaluación en el contexto del sistema legal, debe tener claro que todo lo que incluya en su reporte va a ser sometido a evaluación o cuestionamiento por parte de otros profesionales involucrados en el caso específico (otros psicólogos, jueces, defensores, fiscales). Por otra parte, es importante que el evaluador considere que su reporte debe centrase solamente en aspectos de importancia para el propósito legal que se busca, lo que implica que no todas las observaciones a nivel psicológico obtenidas durante la evaluación deben incluirse en el reporte final. Lo anterior se basa en el principio de protección de la intimidad y privacidad del evaluado.

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