PRUEBAS PARA EVALUACIÓN EN PSICOLOGÍA FORENSE
Más
que considerar cada test psicológico en detalle, se provee una breve
descripción de algunos de los tipos de instrumentos más utilizados y se analiza
su papel en la evaluación forense.
Las entrevistas estructuradas usualmente
formalizan la exploración de síntomas y producen hipótesis diagnósticas en
relación estrecha con categorías del DSM. Groth-Marnat (1999) ha señalado que
la entrevista de evaluación es probablemente el medio de recolección de
información más importante durante la evaluación psicológica. Sin la información
obtenida durante la entrevista, la mayoría de la información proporcionada por
las pruebas psicológicas no tendría sentido. Además, la entrevista proporciona
información potencialmente valiosa, que no sería accesible de otra forma, tal
como la observación conductual, aspectos idiosincrásicos del evaluado, así como
su reacción a la situación de vida presente. Otra de las funciones relevantes
que cumple la entrevista es la de servir de lista de chequeo en relación con el
significado y validez de los resultados de las pruebas psicológicas. Sin
importar el nivel de estructuración de la entrevista, ésta debe cumplir con
ciertas metas específicas tales como la evaluación de las fortalezas del
evaluado, su nivel de ajuste, la naturaleza e historia del problema de
referencia, un diagnóstico, así como una historia personal y familiar
relevante.
Los inventarios
de personalidad autodescriptivos, tales como el MMPI-2, el
MCMI-III y el PAI, que consisten de una serie de reactivos que se puntúan de
forma objetiva (por ejemplo, verdadero / falso) y que producen protocolos e
índices que han sido relacionados, a través de la investigación empírica, con
personas que ostentan diagnósticos clínicos conocidos así como características
de su funcionamiento general de personalidad y comportamiento. Este tipo de
inventarios proveen información referente a ciertos tipos de diagnósticos, por
lo que pueden usarse en conjunto con los manuales interpretativos para generar
hipótesis acerca de patrones generales de comportamiento que deberían ser
evaluados en un sujeto. Existe una vasta literatura científica que apoya el uso
de instrumentos de este tipo en la evaluación psicológica en general, lo cual
escapa el objetivo del presente artículo. Es importante sin embargo, mencionar
que en el campo de evaluación forense, el MMPI-2 es el test más ampliamente
utilizado (Butcher, 2002; Pope,
Butcher y Seelen, 2000).
Por su parte, el PAI ha recibido evaluaciones preliminares positivas como un
instrumento de utilidad en el campo forense.
Las pruebas
proyectivas de personalidad, tales como el Rorschach y el
TAT, no se basan en el auto-reporte de síntomas o experiencias del sujeto. Por
el contrario, requieren que el evaluado interprete y describa estímulos
complejos y ambiguos. Los estímulos del Rorschach son manchas de tintas
monocromáticas y multicolores, mientras que los del TAT son una serie de
imágenes, la mayoría de las cuales retrata individuos o interacciones interpersonales
acerca de las cuales el evaluado debe desarrollar una historia. Proyectando sus
propias percepciones e interpretaciones acerca de estos estímulos ambiguos, los
evaluados revelan algo acerca de la forma en que visualizan y comprenden su
entorno. El evaluador interpreta las respuestas del evaluado (haciendo
referencias a normas publicadas) para desarrollar hipótesis y establecer
inferencias acerca del funcionamiento de su personalidad y posibles
diagnósticos. El uso de tests proyectivos en la evaluación psicológica forense
es un área de gran controversia entre los académicos y clínicos. Esta discusión
requiere un tratamiento que trasciende el propósito de este artículo. Resulta
valioso agregar solamente que el test de Rorschach, y específicamente cuando se
utiliza el modelo estandarizado de Exner (1993) para
su aplicación e interpretación, ha sido aceptado mayoritariamente en las Cortes
norteamericanas debido a sus importantes cualidades psicométricas.
Las
pruebas neuropsicológicas, de ejecución y de inteligencia usualmente contienen múltiples
sub-pruebas que consisten en problemas a ser resueltos u otro tipo de reactivos
que tienen respuestas "correctas" establecidas a través de la
construcción de normas para una población determinada. De esta forma, los
puntajes individuales en estas pruebas se interpretan a la luz de normas de
ejecución de poblaciones relevantes para delimitar fortalezas y debilidades
específicas en el funcionamiento cognitivo, habilidades generales o aspectos
asociados con la inteligencia. Por ejemplo, para el establecimiento de
dificultades significativas a nivel cognitivo es necesario utilizar pruebas
como el WAIS-III (Tulsky
y Zhu, 2003)
la cual ha sido ampliamente validada y existe una adaptación al español
reciente. En casos en los que sea necesario explorar habilidades cognitivas o
neuropsicológicas, pero que no sean un aspecto determinante de la pregunta
psicolegal relevante, pueden ser de mucha utilidad pruebas como el BETA-III (Kellogg
y Morton, 2003)
que proporciona un estimado rápido confiable y válido de la inteligencia no
verbal, así como el Neuropsi (Ostrosky-Solís, Ardila y Rosselli, 1999)
que es un instrumento neurocognitivo estandarizado para población de habla
hispana. Es importante tener claro que el BETA-III no reemplaza las medidas más
amplias de inteligencia como el WAIS-III y que el Neuropsi es únicamente una
prueba breve, lo que significa que en casos donde sea necesario explorar daños
neuropsicológicos severos sería necesario el uso de baterías neuropsicológicas
mucho más complejas como el Barcelona (Peña-Casanova,
1991) y el
Luria (Manga
y Ramos, 2001)
para citar solo algunas.
El test debe tener un método estándar de
aplicación, con las condiciones de la prueba tan cercanas a como sea posible a
un ambiente silencioso y sin distracciones. Groth-Marnat (1999) ha señalado que
un test bien construido debe incluir instrucciones que le permita a los
evaluadores aplicarlo de forma estructurada, similar a la de otros evaluadores.
Por otra parte, algunos estudios han demostrado que cuando se varían las
instrucciones entre una administración y otra del test, se pueden alterar los
tipos y calidad de las respuestas que proporciona el evaluado, comprometiendo
así la confiabilidad y validez del mismo.
La aplicabilidad a la población y para el propósito
específico debe guiar tanto la selección como la interpretación de las pruebas
psicológicas. Los resultados de un test no deben ser aplicados para un
propósito para el cual el test no fue desarrollado (por ejemplo inferir
psicopatología de los resultados de un test de habilidades cognitivas). Entre
más similitud entre un individuo dado y la población y situación de aquellos en
la investigación con la que se construyó y validó la prueba, más confianza
puede ser expresada en la aplicabilidad de los resultados a ese individuo..
Finalmente, es importante tener claro que en la
evaluación psicológica forense la comunicación efectiva de los resultados es un
punto crucial del proceso. En este sentido, Weiner
(1999), ha realizado una serie de recomendaciones prácticas en torno a la
forma en que deben ser escritos los informes psicológicos en el campo forense.
En primer lugar, advierte sobre el hecho de que una vez que el psicólogo ha
realizado una evaluación en el contexto del sistema legal, debe tener claro que
todo lo que incluya en su reporte va a ser sometido a evaluación o
cuestionamiento por parte de otros profesionales involucrados en el caso
específico (otros psicólogos, jueces, defensores, fiscales). Por otra parte, es
importante que el evaluador considere que su reporte debe centrase solamente en
aspectos de importancia para el propósito legal que se busca, lo que implica
que no todas las observaciones a nivel psicológico obtenidas durante la
evaluación deben incluirse en el reporte final. Lo anterior se basa en el
principio de protección de la intimidad y privacidad del evaluado.
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