sábado, 8 de junio de 2013

TEORÍAS EN PSICOLOGÍA SOCIAL Y TEORÍA DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL.

TEORÍAS EN PSICOLOGÍA SOCIAL Y TEORÍA DE LA PSICOLOGÍA   SOCIAL.

El carácter zonal de los marcos teóricos parece que consolida el pluralismo, máxime si se advierte que la historia de la psicología social enseña que tales marcos tienen una clara resistencia al cambio y tienden a la autosuficiencia o el exclusivismo, es decir se presentan a menudo como "psicologías sociales". ¿Significa esto la imposibilidad de llegar, en psicología social, a una teoría global? 

Kuhn (1962), pensando especialmente en las ciencias naturales sobre todo en la física y la química aunque también en la geología y la biología, sostuvo inicialmente que una ciencia alcanza su madurez cuando consigue llegar a un paradigma único. Por otra parte, aclaraba Kuhn que este paradigma triunfante nunca es definitivo. Siempre genera realizaciones lo suficientemente incompletas e inacabadas como para dejar muchos problemas pendientes de resolución. Es más, los descubrimientos de auténtico interés histórico provocan un cambio paradigmático o contribuyen a él. Estos descubrimientos nacen de una anomalía en la ciencia normal, que es la ciencia que se limita a resolver los problemas seleccionados por el paradigma vigente. Esta anomalía provoca una crisis que sitúa a la comunidad científica en un estado de inseguridad e incertidumbre, reflejado en una proliferación de versiones distintas del paradigma. El nuevo paradigma, pasa, después, a guiar la investigación científica y hace que sus seguidores trabajen en un mundo diferente al anterior y vean cosas nuevas distintas a las anteriormente vistas al mirar en un sitio donde ya se habían mirado (Caparrós, 1978). 

En las ciencias sociales - sería mejor decir, humanas- Kuhn (1962)  entendió primeramente que, al no haberse alcanzado todavía un solo  paradigma, su situación es preparadigmática. Pero después (1970),  reconoció que la madurez científica de estas ciencias no estaba  supeditada al paradigma único. E igual opinaron aquellos que aplicaban  el concepto kuhniano a la psicología, calificándola decididamente de ciencia multiparadigmática (Burgess, 1972; Masterman, 1980; etc.). La misma afirmación se ha hecho de la psicología social por Schellenberg (1978), el cual añade que por ello hay que considerar los diversos  enfoques teóricos de la misma como enfoques complementarios más que como rivales, de tal modo que el psicólogo social sería aquél que combinara todas estas perspectivas diferentes.  
El reconocimiento del carácter multiparadigmático de la ciencia psicosocial ha sido, ciertamente, un paso importante. Más importante es  reconocer su dimensión metaparadigmática. En este sentido, al formular el concepto de paradigma, Kuhn cercenó el campo visual teórico, porque, al presentar el paradigma como eje explicativo, ocultaba el nivel metaparadigmático. Por otra parte, Kuhn no  advirtió que su aceptación de una ciencia social multiparadigmàtica  exigía, al menos para las ciencias humanas un nivel de formalización superior al paradigma.  

La existencia de este nivel implica que el problema que plantea el pluralismo teórico se traslada a otro plano. Si bien, de un lado, las cosas parecen más sencillas, puesto que el pluralismo queda sustituido por un dualismo resultante de la integración de los diversos marcos teóricos en dos metaparadigmas o, según como se consideren las cosas, del despliegue de éstos en una pluralidad de marcos, de otro lado las cuestiones adquieren mayor dificultad al quedar referidas a un plano subyacente. Y dada la naturaleza fundamental del mismo es en este nivel, no reconocido ni manifiesto, donde procede plantear y debatir problemas fundamentales en los que late el dualismo metaparadigmàtico,  tales como la grave escisión histórica de las ciencias sociales (Comte-Marx), el debate entre la psicología social como ciencia natural o como ciencia cultural, reabierto por el historicismo actual (como Gergen), la vieja polémica entre la psicología social psicológica y la psicología social sociológica, dicotomía que acompaña inseparablemente a la concepción meramente interdisciplinaria de la psicología social, y en general el crónico tópico de la crisis en  nuestra ciencia. La misma cuestión del pluralismo teórico sólo adquiere un pleno sentido cuando se plantea en dicho nivel profundo.  

Lo que acaba de afirmarse también se puede predicar del pluralismo metodológico. En metodología no se puede hablar en términos de verdad o falsedad, sino de adecuación o no al objeto de la investigación o análisis. De ahí que al conferir cada sector teórico una especificidad al objeto global de la psicología social, requiere una vía adecuada de acceso y de tratamiento de los datos (del mismo modo que un médico no tratará con igual enfoque una úlcera gástrica o un tumor cerebral, ni un campesino utilizará los mismos utensilios en un viñedo que en un campo de hortalizas). Por esto, se ha reconocido que cada corriente psicosocial posee su propia tradición metodológica e influye,  en la selección de las técnicas de investigación (Deutsch y Krauss, 1965).  Y con respecto a la psicología social aplicada, se ha considerado  (Fisher, 1981) como una de las cinco características definitorias  de la misma, el eclecticismo metodológico, particularmente referido a la experimentación en el laboratorio, dado que no hay método bueno ni  malo sino más o menos conveniente en relación con los problemas a  estudiar. Junto al pluralismo en lo metodológico está el hecho de que los problemas de fondo remiten a un plano más fundamental, plano en el que estos problemas se plantean en sendas alternativas (génesis-estructura, observación-experimentación, investigación cuantitativa-investigación cualitativa, laboratorio-marco natural,  etc.). Y si consideramos que el método y las técnicas de conocimiento  científico a emplear están condicionados por los principios teóricos desde los que se opera, como muestra el contenido de cada metaparadigma, es patente que el dualismo metodológico y el dualismo teórico están estrechamente vinculados y que ambos  remiten a un nivel metaparadigmático.  
Volvamos al pluralismo teórico. Reducido éste, por lo dicho, a un dualismo, cabe preguntarse si este dualismo constituye el basamento de la psicología social. Una respuesta afirmativa es pausible si pensamos que el dualismo - he ahí, la trascendencia del nivel metaparadigmático - puede generar, a través de un movimiento dialéctico, el cambio y el desarrollo científicos.
   
Sin embargo, en la medida en que el dualismo representa admitir que la psicología social es una ciencia sin unidad, una ciencia partida  en dos mitades irreconciliables que perpetúan una crisis incesante  que va emergiendo bajo sucesivas formas cíclicas, el dualismo ha de  ser vivido, sin duda, como un problema trágico. En psicología, ilustra esto la tesis de Kendler (1981) de considerar a ésta como una "ciencia en conflicto". Debido a las diferentes interpretaciones acerca de su  naturaleza científica y del rol que desempeña y debe desempeñar en la sociedad es vista ya como una ciencia de la mente, ya como una ciencia de la conducta, ya como una combinación de ambas cosas. Los dos enfoques primeros se corresponden, respectivamente, con la vía del conocimiento fenomenológico (la experiencia consciente) y del método conductista. Todo esto, concluye Kendler, convierte a la psicología  en una "ciencia ambigua" e impide que opere como una ciencia o profesión unificadas.  

Como se ve, se confunden el pluralismo y el dualismo con el conflicto y la ambigüedad. Aunque a menudo aquellos engendran estos efectos, estos no les son inherentes. De todos modos y quizás por dicha confusión, el monismo persiste como un ideal profundamente anhelado por muchos. Unos se lamentan de que la psicología social esté lejos todavía de la unificación teórica (Salazar, 1979). (Pero ¿es que hay alguna disciplina científica, particularmente en las ciencias humanas, con ella?) Otros declaran su intención de exponer la psicología social procurando sintetizar las teorías en competencia, para lograr así una explicación más omnicomprensiva del comportamiento (Albrecht, et al., 1980). En fin, para no alargarnos, Lambert (1980), después de escribir que no parece que nadie vaya a integrar por ahora las teorías psicosociales, añade sin justificarlo que dentro de cien años (sic) habrá alguna teoría general de la conducta humana. Por cierto que este último psicólogo social propone que, en el ínterin, la guerra actual entre los teóricos cognitivos y los teóricos conductistas cese y cada bando deje trabajar al otro en paz, máxime si se tiene en cuenta que una teoría general de la conducta social debe, según él, basarse en el principio hedonista de la expectativa del placer, lo cual incluye elementos conductistas y cognitivos. Como es patente, Lambert se plantea no tanto la cuestión de una teoría psicosocial como la de una teoría general de la conducta, cuestión más allá de la psicología social y que sin embargo se limita a formular al nivel paradigmático.  

La tendencia al monismo teórico, o al menos a reducir en lo posible el pluralismo, se revela por otra parte en los constantes intentos de convergencia detectables en la situación actual de la disciplina y fuera de ella. A mitades de los sesenta, Snow (1964) advirtió un movimiento convergente, a cargo de las ciencias sociales, entre las que pocos años antes había considerado dos culturas en divergencia. Y dentro de la psicología social a los intentos de aproximación ya indicados habría que añadir la proliferación de teorías intermedias de todo tipo, es decir, afectando a todos los niveles de formalización.  Aunque, en general, los resultados son híbridos, esto no les resta  valor convergente. Ahora bien, en cuanto a las mencionadas dos culturas, Kimble (1984) se ha preguntado si asistimos a un  "armisticio epistémico" entre ellas dentro del campo de la ciencia  psicológica. Los datos de la investigación cuantitativa que este autor  realiza con tal motivo, empleando una interesante adaptación del diferencial semántico, muestran que permanece el desacuerdo en lo más  básico, concretamente entre los valores más importantes (lo científico  vs. lo humanístico), la fuente base del conocimiento (objetivismo u  observación vs. intuicionismo) y el grado de  generalidad  de las leyes (nomotético vs. ideográfico). Por lo que se refiere  a la psicología social, las convergencias aludidas, aparte de que son siempre aisladas y parciales, a la postre son generadoras paradójicamente de pluralismo: nuevas teorías intermedias que luego pueden adquirir entidad propia, enriqueciendo así el panorama y mostrando una vez más la complejidad de la realidad. Es lo mismo que ha ocurrido en el campo de la física, en el que al descubrimiento de las partículas subatómicas y la aceptación del dualismo partícula-antipartícula, a la vez que al par de fuerzas clásicas - la electromagnética y la gravitatoria - se ha añadido otro par de fuerzas constituido por la interacción fuerte y la interacción débil.  

Pero también el monismo levanta grandes recelos. Porque,  en una teoría suprema se ve una fácil caída en la especulación y el dogma. De todos modos, hay que distinguir según se trate de una teoría que intente explicar y predecir el comportamiento social en general o el  comportamiento psicosocial en particular. Con respecto a la primera,  y dejando constancia de ataques contra la irónicamente llamada Gran Teoría (Wright Mills, 1959) en alusión directa a Parsons),  hay que añadir a lo explicado que el miedo a una teoría especulativa y  dogmática es el resultado de desconocer u olvidar que hay varios niveles de formalización teórica. Lo rechazable es reducir al monismo los niveles examinados, en los que la pluralidad o la dualidad es  consustancial. Y con respecto a una teoría unificada del comportamiento psicosocial, el modelo citado descarta en principio cualquier posibilidad de una teoría general desde el nivel  interpersonal de observación del comportamiento puesto que ni metaparadigmáticamente la idea de una gran teoría parece factible.  

¿Es, entonces, la vieja aspiración de un monismo teórico un desiderátum vano? En rigor, el modelo poligonal no es antagónico con la formulación de una teoría general del comportamiento psicosocial, porque el dualismo metaparadigmático sólo afecta al nivel correspondiente de formalización. Y si se tiene en cuenta que los metaparadigmas son opuestos pero no antagónicos, formalizando más la teorización, esto es, saltando a otro nivel más englobante, aquel dualismo podría no afectar a la teorización. 

Pero ¿hay algo más allá de los metaparadigmas psicosociales? La respuesta es: la propia psicología social como ciencia. Y en este nivel, la teorización psicosocial tiene su alcance más global posible, ya que coincide con el objeto disciplinar. Más claramente, lo que se formaliza ahora es una concepción teórica y una toma de posición sobre cierto plano estudiado del comportamiento humano, el plano de que se ocupa la psicología social. 

Ciertamente, también en este nivel disciplinar cabe un pluralismo. Pero lo que está en cuestión no es tanto los modos de tratar el plano interpersonal sino el plano mismo. De lo que se trata es de aprehender en toda su peculiaridad, con los menos sesgos posibles, el objeto psicosocial. Y esto sólo parece posible entendiendo la psicología como un ámbito con entidad propia.  Ahora bien, aprehender este objeto es ya elaborar el constructo, teórico o metateórico según se mire, que confiere esa entidad, o sea que dota de sustantividad científica a la psicología social. Esta sustantividad es la que impide la rotura del campo psicosocial, a pesar de la tendencia monopolizadora de los marcos teóricos y de la constante tensión metaparadigmática. El monismo está en la base y es la razón de ser del dualismo y el pluralismo teóricos. Esta sustantividad es, también, la que puede conducir, no a las crisis que constituyen la ciencia psicológico social, pero sí a la superación, por la vía de la inteligibilidad y la coherencia, de una crisis. 

Llegar hasta dicho constructo es, pues, identificar conceptualmente   la psicología social como ciencia sustantiva. Esto requiere saltar de las teorías en la psicología social a la teoría de la psicología social.  

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.